El siempre divisivo debate sobre la migración crece con fuerza en Europa volcado hacia una retórica dura dirigida a controlar las fronteras. La discusión entre los líderes europeos se vuelve compleja: se profundiza la distancia entre aquellos que apoyan que se financien centros de contención y otros que piden abiertamente que se levanten muros.
La expectativa por la revelación de las cifras de inmigración en el Reino Unido ejemplifica esta tensión. Efectivamente, la perspectiva se ha confirmado a partir de la publicación de la Oficina Nacional de Estadística británica que ha señalado que la inmigración neta alcanzó un nivel récord de 606.000 personas en 2022.
Este dato surge del saldo de la inmigración, que alcanzó los 1,2 millones en 2022, y la emigración, en 557.000. La mayoría de las entradas son de ciudadanos de fuera de la Unión Europea (925.000), frente a las 151.000 llegadas del bloque y las 88.000 de los británicos.
En Francia, la última encuesta de la consultora Odoxa Backbone realizada para Le Figaro destaca que entre los franceses un 79% apoya la obligación de los solicitantes de asilo de formular su requerimiento antes de estar en territorio francés.
En el caso británico, el fin de la libre circulación con la UE trajo una apertura del sistema de visados para países extracomunitarios, lo que terminó provocando un aumento de la inmigración.
La cuestión en España se ha disparado en los últimos días en relación a hechos recientes en un campo de fútbol. El delantero del Real Madrid, Vinícius Júnior, que ha sido objeto de cánticos racistas, recurrió a las redes sociales tras el último ataque, cuando aficionados del Valencia lo llamaron “mono”. Esta vez, habló de todo el país, describiendo a España como una nación “racista”.
A nivel Bruselas este 2023 se inició con un endurecimiento nunca antes visto de las políticas fronterizas. Las llegadas de migrantes han aumentado a niveles nunca vistos desde 2016, especialmente en la ruta de los Balcanes, y esto ha vuelto a tensionar a los países del centro de Europa.