El papa Francisco lamentó este domingo la cantidad de guerras y conflictos en el mundo durante su homilía en la misa de Pentecostes, celebrada en la basílica de San Pedro.
El líder católico presidió, sentado en un lado del altar, esta celebración en la que los católicos conmemoran la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
En su homilía, Francisco expresó su pesar porque “hoy en el mundo hay mucha discordia, mucha división. Estamos todos conectados y, sin embargo, nos encontramos desconectados entre nosotros, anestesiados por la indiferencia y oprimidos por la soledad”.
“Muchas guerras, muchos conflictos; ¡parece increíble el mal que el hombre puede llegar a realizar!”, lamentó el Papa, que sin embargo, afirmó que “en realidad, lo que alimenta nuestras hostilidades es el espíritu de la división, el diablo, cuyo nombre significa precisamente el que divide”.
Según Francisco, el diablo “goza con los antagonismos, con las injusticias, con las calumnias. Y, frente al mal de la discordia, nuestros esfuerzos por construir la armonía no son suficientes”.
También el pontífice argentino hizo un llamamiento para que no haya divisiones en la Iglesia pues, señaló, “si la Iglesia se polariza, si el corazón se fragmenta” y pidió: “No perdamos tiempo criticando a los demás y enojándonos con nosotros mismos, sino invoquemos al Espíritu”.
Francisco concluyó su homilía invocando al Espíritu Santo para que renueve “la faz de la tierra” y sea “don de dones, “armonía de la Iglesia”, “espíritu del perdón” y “armonía del corazón”.
En su mensaje durante el rezo del Regina Coeli celebrado en la plaza de San Pedro, Francisco reflexionó sobre la lectura del Evangelio sobre el miedo de los apóstoles, “a veces, por alguna situación difícil, por algún problema personal o familiar, por el sufrimiento que padecemos o por el mal que respiramos a nuestro alrededor, corremos el riesgo de caer poco a poco en la pérdida de la esperanza y (…) nos encerramos en nosotros mismos, atrincherándonos en el laberinto de las preocupaciones”, agregó que ese miedo “bloquea, paraliza y aísla” y entonces habló del miedo “hacia el otro, al extranjero, al diferente, al que piensa distinto”.
“Si damos espacio a estos falsos miedos, se cierran las puertas: las del corazón, las de la sociedad, ¡e incluso las puertas de la Iglesia! Donde hay miedo, hay cerrazón. Y eso no está bien”, agregó tras la oración del Refina Coeli, que en este periodo sustituye al tradicional ángelus.
Francisco dijo entonces que “el Evangelio, sin embargo, nos ofrece el remedio del Resucitado: el Espíritu Santo. Él libera de las prisiones del miedo”.