Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, se encamina a ganar la reelección en los comicios de este domingo. Su política contra la inseguridad convence a la mayor parte de la población.
Vendedores ambulantes desfilan alrededor de la plaza Gerardo Barrios con la Catedral Metropolitana al fondo y enfrente el contraste del moderno y suntuoso edificio de la Biblioteca Nacional, regalo de China terminado hace tan sólo unos meses.
La limpieza es absoluta, el pavimento renovado y los militares casi en cada esquina de este centro histórico de San Salvador, por el que ahora, a diferencia de hace tan solo dos años, sí que deambulan turistas.
La enorme popularidad de Bukele se percibe a cada paso. Los sondeos apuntan a una victoria apabullante que se comprueba tardando en encontrar una voz crítica o mínimamente matizada.
“Se ve como que sí, hemos mejorado, pero más que todo en la ciudad. Pero en lo que es agricultura, ha bajado, ya no los ayuda. En lo que es escuelas, no se ve la mejoría. Las promesas que hizo con las escuelas no las cumplió”, denuncia María, de 40 años, que tiene un puesto de tortillas.
La oposición se juega el domingo no quedar en la irrelevancia más absoluta. La disidencia son reductos. Francisco y Ernesto forman parte de una asociación de trabajadores retirados. Nos reciben en su local a tan solo unas cuadras del centro.
“Entonces esto ha llevado a una serie de abusos y capturas que han sido noticia a nivel internacional, violaciones a personas. El régimen de excepción para Bukele es su mayor logro. Para él, porque en las demás áreas ha sido un fracaso total”, explican.
“Se le va a dar poder al fiscal para que él designe quiénes son terroristas y ahí nosotros corremos peligro. ¿Por qué? Porque si nos califican como terroristas, esta central sindical, van a venir a meterse aquí”, recalcan.
Los dos partidos tradicionales que durante tres décadas controlaron el escenario político del país, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el partido Alianza Republicana Nacionalista, han perdido gran parte de sus bases de apoyo a pesar de sus insistentes discursos de renovación.
No logran recuperarlas ni hacer frente a la popularidad de Bukele, que ha generado un estado de satisfacción en materia de seguridad ciudadana bajo una premisa colectivamente asumida: el fin puede justificar los medios cuando el historial de violencia se hace insoportable.