El presidente chino, Xi Jinping, realizó el sábado una inusual visita a Xinjiang, según informaron los medios de comunicación estatales, en la que instó a las autoridades a preservar la “estabilidad social que tanto ha costado conseguir” y a redoblar los esfuerzos para controlar las “actividades religiosas ilegales” en una convulsa región en la que Beijing está acusado de graves abusos contra los derechos humanos.
El gobierno chino ha llevado a cabo durante años una campaña contra lo que describe como terrorismo y extremismo islámico en la región noroccidental, deteniendo a un gran número de uigures y otros musulmanes.
Un informe de las Naciones Unidas del año pasado concluyó que las acciones de China en Xinjiang podrían constituir “crímenes contra la humanidad”, y Estados Unidos y legislaturas de otros países han calificado estas políticas de “genocidio”, afirmaciones que Beijing niega.
Xi viajó el sábado a la capital regional, Urumqi, escuchó un informe de trabajo del gobierno y pronunció un discurso “afirmando los logros alcanzados en diversas tareas en Xinjiang”.
Xi “subrayó que siempre debe darse la máxima prioridad al mantenimiento de la estabilidad social… y que debemos utilizar la estabilidad para garantizar el desarrollo”.
Dijo que era “necesario… combinar el desarrollo de la lucha antiterrorista y antiseparatista con el impulso para normalizar la labor de estabilidad social y el Estado de Derecho”, según la cadena.
Asimismo, Xi instó a los funcionarios a “promover más profundamente la sinicización del Islam y controlar eficazmente las actividades religiosas ilegales”.
Defensores de los derechos humanos, investigadores extranjeros y miembros de la diáspora uigur acusan a China de cometer un sinfín de abusos en Xinjiang.
Entre ellos, la detención de más de un millón de musulmanes en una red de instalaciones extralegales, su exposición a trabajos forzados, esterilización obligatoria y adoctrinamiento político, y la destrucción de sus lugares culturales y religiosos.
Beijing rechaza vehementemente las acusaciones, afirmando que las instalaciones eran centros de formación profesional y voluntaria de los que la gente se había “graduado”.
Beijing ha afirmado que las acusaciones forman parte de un complot liderado por Estados Unidos para desprestigiar a China y contener su ascenso, y ha intentado rebatir lo que considera una cobertura negativa de la prensa occidental en Xinjiang.
En el discurso del sábado, Xi dijo que los funcionarios deben “reforzar la publicidad positiva y mostrar la nueva atmósfera de apertura y confianza en sí mismo de Xinjiang… (al tiempo que) refutan todas las formas de falsa opinión pública y discursos negativos o dañinos”, informó CCTV.