“Una casa para vivir, un planeta para habitar” es el lema que ha congregado este sábado a miles de personas en las calles de varias ciudades portuguesas, donde han pedido por la justicia climática y medidas eficaces contra la crisis de vivienda que padece el país.
Lisboa, Oporto, Viseu, Braga, Coimbra y Faro son algunos de los 24 de municipios que han registrado concentraciones, convocadas por los movimientos “Casa para viver” y “Their Time to Pay” pero compuestos por decenas de colectivos.
Los manifestantes, con gritos como “bajen los alquileres, suban los salarios”, exigieron al Gobierno el fin de los desalojos y los visados “gold”, el control de los precios en sectores esenciales, la habilitación de más viviendas sociales, transportes públicos gratuitos y el uso de más energías renovables descentralizadas, entre otras peticiones.
Consideró el portavoz del colectivo “Referendo pela habitação” que es muy insuficiente el paquete aprobado este mes por el Ejecutivo socialista, que gobierna con mayoría absoluta, que busca implementar medidas como limitaciones y tasas a los pisos turísticos y un tope a la subida de nuevos contratos de alquiler, y denunció que no ofrece soluciones eficaces y rápidas a la crisis.
“Esta manifestación es urgente, pero tenemos mucho miedo de que después de esta muchas más sean necesarias, porque claramente tenemos un gobierno que no está gobernando para quien lo eligió, sino para los intereses del sector inmobiliario y del turístico”, criticó.
Los portuguesses ya no pueden hacer frente a un alquiler superior porque destinan más del 60% de sus salario al coste de los apartamento, por lo que pide que el Gobierno de António Costa ponga límites y pare una situación que no tiene lógica.
Según medios locales, en la protesta en Lisboa, que ha transcurrido mayoritariamente de forma pacífica, unos manifestantes han roto el cristal del escaparate de una agencia inmobiliaria y la han pintado de rojo.
En Portugal, el precio de la vivienda casi se duplicó entre 2015 y 2022, según un estudio coordinado por el exministro luso de Economía Carlos Tavares, y Lisboa ya está entre las ciudades europeas más caras de Europa.
Un simple estudio ya supera los 1.000 euros mensuales, en un país donde el salario mínimo está en 760 euros y el medio en 1.288 brutos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) luso.