Taiwán inauguró a Lai Ching-te como su nuevo presidente, instalando a un relativamente moderado que continuará la política de independencia de facto de la democracia isleña autónoma mientras busca reforzar sus defensas contra China.
Beijing reclama a Taiwán como su propio territorio y ha aumentado sus amenazas de anexarlo por la fuerza si es necesario.
Lai Ching-te aceptó las felicitaciones de colegas políticos y delegaciones de las 12 naciones que mantienen relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán, así como de políticos de Estados Unidos, Japón y varios estados europeos.
Lai Ching-te entró en la política como alcalde de la ciudad sureña de Tainan y luego ascendió a vicepresidente.
Reemplaza a Tsai Ing-wen, quien dirigió Taiwán a lo largo de ocho años de desarrollo económico y social a pesar de la pandemia de COVID-19 y las crecientes amenazas militares de China.
Lai Ching-te, quien se desempeñó como vicepresidente durante el segundo mandato de Tsai, dio la impresión de ser más bien un agitador al principio de su carrera. En 2017, se describió a sí mismo como un trabajador pragmático por la independencia de Taiwán, lo que provocó la reprimenda de Beijing. Desde entonces ha suavizado su postura y ahora apoya el mantenimiento del status quo a través del Estrecho de Taiwán y la posibilidad de conversaciones con Beijing.
Lai Ching-te aprovechará los esfuerzos de Tsai para fortalecer los lazos con Estados Unidos, que no reconoce formalmente a Taiwán como país, pero está obligado por sus propias leyes a proporcionar a la isla los medios para defenderse.
Durante el mandato de Tsai, Taiwán se convirtió en la primera sociedad de Asia en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, aunque los críticos dicen que ella eludió su responsabilidad política al dejar la decisión en manos de la Corte Suprema y una serie de referendos.
Supervisó una controvertida reforma laboral y de pensiones y extendió la duración del servicio militar obligatorio a un año. También impulsó una campaña de modernización militar, incluido un programa para construir submarinos autóctonos por un valor de más de 16.000 millones de dólares cada uno.
El liderazgo de Tsai durante la pandemia dividió a la opinión pública: la mayoría admiraba la capacidad inicial de Taiwán para mantener el virus en gran medida fuera de sus fronteras, pero criticaba la falta de inversión en pruebas rápidas a medida que avanzaba la pandemia.