El primer ministro holandés, Dick Schoof, pronunció su primer discurso ante el parlamento y prometió que trabajará duro para alcanzar uno de los principales objetivos de su nuevo gobierno: reducir la inmigración.
“La mayor de esas preocupaciones es el asilo y la migración. Ese es el quid de la cuestión, se mire como se mire”, dijo Schoof, que no es miembro de ninguno de los cuatro partidos que forman el gobierno de coalición.
Schoof tomó formalmente las riendas del primer ministro Mark Rutte el martes. El exjefe de la agencia de inteligencia y de la oficina antiterrorista holandesa, de 67 años, fue una elección sorpresa para el primer puesto.
El partido antiinmigración del agitador Geert Wilders obtuvo la mayor proporción de escaños en las elecciones del año pasado y tardó 223 días en formar un gobierno de cuatro partidos. La oposición de otros socios de la coalición impidió que el controvertido Wilders asumiera el puesto de primer ministro.
Los cuatro partidos de la coalición son el Partido por la Libertad de Wilders, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia de centroderecha de Rutte, el populista Movimiento Ciudadano Campesino y el partido centrista Nuevo Contrato Social.
Ahora se espera que Schoof guíe el acuerdo de coalición hacia la política gubernamental.
El acuerdo formal que crea el nuevo gobierno, titulado “Esperanza, coraje y orgullo”, introduce medidas estrictas para los solicitantes de asilo, elimina la reunificación familiar de los refugiados y busca reducir el número de estudiantes internacionales que estudian en el país.
Los políticos de la oposición no perdieron el tiempo en criticar al nuevo gobierno. “Por primera vez, un partido con ideas de extrema derecha ocupa un asiento en el gabinete”, dijo Frans Timmermans, líder de la alianza socialdemócrata-verdes, dirigiéndose al parlamento inmediatamente después de Schoof.
Timmermans calificó de racistas las políticas del partido de Wilders y anunció que presentaría una moción de censura contra dos de los miembros de su gabinete por sus opiniones sobre la repoblación y su creencia en teorías de conspiración que alegaban un complot para disminuir la influencia de los blancos.
Wilders negó las acusaciones de que alguno de los miembros de su partido sea racista. “Ni un solo miembro del Partido por la Libertad en la Cámara, en el gabinete, en el país, tiene nada que ver con las teorías racistas nazis”, dijo en la asamblea.