Escribir el discurso del estado de la Unión, el más importante del año en la política estadounidense, no es una tarea fácil sino un proceso complejo que dura meses, en el que los mensajes se reescriben una y otra vez, y que culmina con el presidente dando cuentas ante el Congreso en un evento rodeado de mística.
El presidente estadounidense, Joe Biden, pronunciará el martes su segundo discurso del estado de la Unión y lo hará a las 21.00 hora local (2.00 GTM del miércoles), en horario de máxima audiencia.
Detrás del discurso de Biden se esconde un proceso complicado, en el que están implicados todos los sectores del Gobierno y que es “totalmente diferente” a cualquier otro que pueda dar un presidente.
Uno de los aspectos que distingue el discurso del estado de la Unión es la dedicación con la que se elabora: el trabajo empieza tres o cuatro meses antes y hay partes que se reescriben, editan, eliminan y vuelven a incluir una y otra vez.
Cada departamento del Gobierno defiende sus propios intereses e insiste a la Casa Blanca para que sus ideas ocupen un lugar central en el discurso.
La razón de esas presiones estaba clara: si los jefes de los departamentos conseguían que sus ideas se incluyeran en el discurso, eso significaba que pasaban a ser una prioridad personal para el presidente y que probablemente recibirían más fondos del presupuesto.
Una vez terminada esa etapa, el equipo de comunicaciones suele ponerse a escribir y redacta diferentes versiones del discurso. Cuando tiene el borrador final, llega la hora de los ensayos.
Esos ensayos suelen producirse en un pequeño cine dentro de la Casa Blanca. El presidente se coloca en un podio similar al que tendrá en el Congreso y, mientras va leyendo el borrador, va haciendo cambios: quizás hay una parte que es muy larga y otra sección que es muy lenta o parece aburrida.
Cuando llega el día del discurso del estado de la Unión, se hacen los últimos cambios y se mete la versión final en un teleprónter.
Los discursos del Estado de la Unión ocurren solo una vez al año y suelen tener una audiencia elevada. El primero de Biden fue visto por 40 millones de espectadores.