Si alguna evidencia hiciera falta para subrayar que el próximo viaje del Papa Francisco a Asia y Oceanía es el más largo, más lejano y más desafiante de su pontificado, es que llevará consigo a sus secretarios para que lo ayuden a navegar por el programa de cuatro países mientras se mantiene al día con el trabajo en casa.
Francisco recorrerá 32.814 kilómetros en avión durante su visita del 2 al 13 de septiembre a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, superando con creces cualquiera de sus 44 viajes al extranjero anteriores y marcando uno de los viajes papales más largos de la historia, tanto en términos de días en el camino como de distancias recorridas.
El Papa que cumple 88 años en diciembre, usa silla de ruedas, perdió parte de un pulmón por una infección respiratoria cuando era joven y tuvo que cancelar su último viaje al extranjero en el último minuto (a Dubai en noviembre para participar en la conferencia climática de la ONU) por órdenes de los médicos.
Pero Francisco sigue adelante con este viaje, originalmente planeado para 2020 pero pospuesto debido al COVID-19. Lleva consigo a su equipo médico de un médico y dos enfermeras y toma las precauciones sanitarias habituales en el terreno. Pero, como novedad, suma a sus secretarios personales a la tradicional delegación del Vaticano de cardenales, obispos y seguridad.
El largo viaje recuerda los viajes por todo el mundo de San Juan Pablo II, que visitó los cuatro destinos durante su pontificado de un cuarto de siglo, aunque Timor Oriental era una parte ocupada de Indonesia en el momento de su histórico viaje de 1989.
Al seguir los pasos de Juan Pablo II, Francisco reafirma la importancia que tiene Asia para la Iglesia católica, ya que es uno de los pocos lugares donde la Iglesia está creciendo en términos de fieles bautizados y vocaciones religiosas.
En Indonesia comenzará su viaje en el “Túnel de la Amistad” subterráneo que une la principal mezquita de Indonesia, Istiqlal, con la catedral católica del país. Francisco visitará el paso subterráneo en el centro de Yakarta con el gran imán, Nasaruddin Umar, antes de que ambos participen en un encuentro interreligioso y firmen una declaración conjunta.
Indonesia es el hogar de la población musulmana más grande del mundo y ha consagrado la libertad religiosa en su constitución, reconociendo oficialmente seis religiones: el islam, el budismo, el confucianismo, el hinduismo, el protestantismo y el catolicismo.
Papúa Nueva Guinea, en donde al viajar a las profundidades de las selvas de Papúa Nueva Guinea, estará cumpliendo una de las órdenes de marcha que estableció para el futuro Papa en vísperas de su propia elección.
Pocos lugares son tan remotos, periféricos y asolados por la pobreza como Vanimo, una ciudad costera del norte de la isla principal de Nueva Guinea. Allí Francisco se reunirá con misioneros de su Argentina natal que están trabajando para llevar el cristianismo a un pueblo mayoritariamente tribal que todavía practica tradiciones paganas junto con la fe católica.
Timor Oriental en donde el papa Francisco literalmente seguirá los pasos de Juan Pablo II cuando celebre la misa en la misma explanada costera donde se celebró aquella liturgia de 1989, que algunos consideran una fecha clave en el movimiento independentista timorense. Otro legado que enfrentará Francisco es el del escándalo de abusos sexuales del clero: el venerado héroe de la independencia y premio Nobel de la Paz, el obispo Carlos Felipe Ximenes Belo, fue sancionado en secreto por el Vaticano en 2020 por abusar sexualmente de niños pequeños.
Singapur en donde Francisco ha utilizado varios de sus viajes al exterior para enviar mensajes a China, ya sean telegramas directos de saludos cuando vuela por el espacio aéreo chino o gestos más indirectos de estima, amistad y fraternidad hacia el pueblo chino cuando está cerca.
La visita de Francisco a Singapur, donde tres cuartas partes de la población es étnicamente china y el mandarín es un idioma oficial, le dará otra oportunidad de acercarse a Beijing mientras el Vaticano busca mejorar los lazos por el bien de los aproximadamente 12 millones de católicos de China.
El viaje se produce un mes antes de que el Vaticano se disponga a renovar un acuerdo histórico de 2018 que rige las nominaciones de obispos.