Considero fundamental en esta época de abundantes falsedades, pararse a discernir para poder caminar hacia adelante. De entrada, una ruptura de los esquemas mundanos nos vendrá bien para ganar salud y atesorar concordia. Ya está bien de prometer todo y luego no dar nada. La apuesta, por consiguiente, es la de un espíritu contemplativo, que debe compartirse y ejercitarse, mediante la libre circulación de ideas, por medio de la auténtica palabra y de la verdadera imagen. Por otra parte, nunca es tarde para sentirse neutral, a través de una consciente obra de justicia distributiva, que nos hará mejores personas, más transparentes y acogedoras. De ahí, lo esencial de abrirse a los demás y no replegarse sobre uno mismo, de cultivar los vínculos como familia humana. Sin duda, este es el camino que se ha de recorrer con talento y mejor talante, para construir un tejido social sólido y solidario, responsable y comprensivo, en una sociedad tan franca como responsable. Evidentemente, uno jamás debe consentir arrastrase cuando siente el impulso de levantar vuelo.
Indudablemente, la libertad es para representarla con uno mismo. Ahora, que en buena parte del planeta, la situación humanitaria y los derechos humanos se deterioran vertiginosamente, nos conviene hablar alto y claro. Casualmente, este año 2023, celebramos el treinta aniversario del Día Mundial de la Libertad de Prensa. Es cierto que desde su proclamación en 1993, hemos presenciado tres decenios de avances sustanciales hacia la consecución de unos medios de comunicación diversos, desde luego más críticos e independientes. Esto es un factor clave, ya no sólo para disfrutar de todos los demás derechos humanos, sino también para tomar conciencia de que la verdad, al fin siempre resplandece, sobre todo a la hora de recogerse y acogerse al ser de las cosas, con ánimo creativo y brío humanitario. Sea como fuere, en un mundo globalizado, determinado por consorcios cada vez más oscuros y fríos, las grandes religiones pueden constituir un significativo agente de unidad y de acuerdo, para poder reconstruir el hogar humano. Téngase además presente, que únicamente puedes resguardar tus libertades, protegiendo las de los demás.
En cualquier caso, no hay que tener miedo a defender aquellos canales de comunicación que sufren atentados contra su ética profesional, de imparcialidad y certeza; y, a la vez, hay que rendir homenaje a los verídicos cultivadores de la radiografía real del momento, si en verdad queremos forjar un futuro de derechos, en el cual el de la libertad es motor de todos los demás. Quizás convendría que nos interrogáramos, previo recogernos a repensar y a pensar como los espacios silvestres; sobre si realmente, ¿soy libre o soy esclavo de mis ardores, de mis ambiciones, de tantas cosas, de las fortunas, de las modas y actuales usanzas? Seguramente, si nos preguntásemos con más frecuencia, desistiríamos de la continua y persistente violencia entre semejantes, o de vendernos como meros objetos de mercado, y entonces sí que nos reiríamos de las cadenas de aquí abajo. Conseguir un pensamiento libre no es nada fácil, porque la misma atmósfera mundana está pervertida y secuestrada, pero a lo mejor tenemos que aprender a lanzar la voz, cuando menos para que el embuste aminore, y la resistencia para salvaguardar la franqueza esté ahí.
Ojalá aprendamos a dominarnos, a reforzar las tendencias positivas y a revertir las negativas, a poner límites a ese espacio digital que se considera un espacio libre sin ninguna rendición de cuentas. Tenemos que ser capaces de respetarnos unos a otros para coexistir en paz. Quizás sea nuestra gran asignatura pendiente. El legado de la libertad escasea, no así el de sometimiento, que está entre nosotros todos los días. Asimismo, ha llegado el momento de transformar atmósferas y de comprometernos, sobre todo a la hora de prevenir los conflictos antes de que sucedan, de que nos centremos en la reconciliación, buscando el desarme y olvidando los grilletes. Es verdad que la libertad de los medios de comunicación y la seguridad de los periodistas están en peligrosos declive en casi todas las regiones del mundo, pero también hemos de reconocer, a juzgar por lo que se publica, que cada día somos menos dueños de la propia existencia nuestra. Sabemos que los tiempos cambian, pero debemos conocer bien lo que sucede fuera de nosotros, para poder autónomamente encauzar vivencias y reconducir mundologías.