Temerosos de reavivar la peor agitación política de Irán en años, las autoridades del régimen del régimen están recurriendo a nuevas tácticas menos intrusivas para castigar a las mujeres que se niegan a llevar el hiyab islámico obligatorio.
Los métodos, introducidos tras las protestas antigubernamentales del año pasado en todo el país, combinan el uso de cámaras de seguridad con la denegación de servicios estatales a las infractoras, sustituyendo a la policía de la moralidad, cuyas acciones fueron el punto álgido de los meses de disturbios.
Según los activistas iraníes, las medidas aún no han logrado grandes avances contra la oposición al hiyab y podrían agravar las presiones económicas si se traducen en el cierre de negocios.
Las autoridades iraníes también han declarado que las patrullas de la policía de moralidad ya no encabezarán la campaña contra quienes incumplan los códigos de vestimenta.
En lugar de las furgonetas, las autoridades están instalando cámaras en las calles para identificar a las mujeres sin velo, lo que supone un método más discreto de detectar las infracciones del código de vestimenta conservador iraní.
Otra táctica novedosa es la orden gubernamental a los sectores público y privado de no prestar servicios a las “infractoras”. Se han emitido advertencias de fuertes multas e incluso penas de prisión.
Sin embargo, cada vez más mujeres desafían a las autoridades despojándose de sus velos a raíz de las protestas, que estallaron tras la muerte de una joven kurda iraní de 22 años detenida por presunta violación de las normas sobre el hiyab.
Ahora las mujeres aparecen con frecuencia sin velo en centros comerciales, aeropuertos, restaurantes y calles en una muestra de desobediencia civil.