Si ha comenzado una lucha fratricida en Morena por la candidatura presidencial, todo es obra y gracia del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien adelantó la lucha por la sucesión nada más tres años.
Así que ahora los llamados a la “concordia’’ y a “anteponer los intereses del movimiento a los personales’’ resultan llamados a misa.
Lo que diga Mario Delgado, que no sea establecer el piso parejo para la contienda entre corcholatas, es pura demagogia.
Y de la más barata.
Delgado salió ayer a pedir a las corcholatas que “no se calienten’’, cuando ha sido su abyección lo que ha atizado la lumbre de un proceso que, salvo un milagro, ya sabemos cómo va a terminar.
En las próximas semanas seremos testigos de cómo entre corcholatas, por muy alineados que se digan con López Obrador, recurrirán a las prácticas de todos los políticos al estilo mexicano.
Por ejemplo, los gritos de ¡fuera! ¡fuera! que le recetaron al secretario de Gobernación Adán Augusto López en un estadio de beisbol, fueron celebrados -y el video replicado miles de veces- por seguidores de la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
Y no porque Sheinbaum y Ebrard lo hayan ordenado, sino porque sus seguidores han entendido que la guerra entró en una fase crítica y si no es ahora, no habrá mañana para ganarse la simpatía de los electores.
Así que todos los llamados a la unidad, al respeto al movimiento, son frases huecas para ganar tiempo y forzar los escenarios que favorezcan a quien López Obrador designe.
Al fin que son políticos y sí, sí son iguales.