Las tensiones entre China y Occidente se vienen gestando desde hace años. Las partes ya no ocultan sus pronunciadas diferencias, y cada una trabaja para contrarrestar la influencia de la otra.
Aunque Estados Unidos es el principal adversario geopolítico de Beijing, no es la única nación que le hace frente al apetito supremacista chino. Canadá, histórico socio y aliado de Washington, también se ubica en la lista de naciones que alertan sobre el peligro que representa el crecimiento chino a nivel global.
Desde el año 2018 las relaciones entre China y Canadá se encuentran en uno de los peores momentos de su historia.
El 1 de diciembre de ese año Meng Wanzhou, hija del fundador de la empresa tecnológica china Huawei, fue detenida durante una escala en Vancouver. El caso provocó una profunda crisis diplomática entre Canadá, China y Estados Unidos.
El caso quedó cerrado luego de haber llegado a un acuerdo con el Departamento de Justicia norteamericano, en el que reconoció haber incurrido en irregularidades en sus declaraciones al banco HSBC. Luego, la fiscalía de Estados Unidos retiró los cargos.
Pero el caso dejó cicatrices y unas relaciones absolutamente diezmadas entre China y Canadá.
La temperatura volvió a aumentar el año pasado luego de que fuentes de la Inteligencia canadiense informaran al gobierno de Justin Trudeau sobre la interferencia del régimen de Xi Jinping en las campañas electorales de 2019 y 2021.
Según lo descubierto por los agentes canadiense, Beijing habría logrado infiltrar asesores chinos para las campañas de algunos candidatos, al tiempo que habría realizado donaciones a oficinas de campaña de varios diputados.
China, no obstante, negó tales acusaciones. El tema fue abordado en noviembre del año pasado durante una reunión privada entre Trudeau y Xi Jinping en el marco de la cumbre del G20 en Bali.
El primer diálogo cara a cara entre los dos líderes desde 2019. El primer ministro canadiense declaró ante la prensa que había tratado el tema con el presidente chino. Sin embargo, esto molestó al líder del Partido Comunista Chino (PCC) y se produjo un tenso -e inusual- cruce durante la cumbre en la isla asiática.
Desde esa tensa situación pasaron casi seis meses, y China y Canadá vuelven a estar en el centro de la escena internacional.
Esta semana el gobierno de Trudeau expulsó al diplomático chino en Ottawa, Zhao Wei, por supuestamente interferir en los asuntos internos del país norteamericano.
Las autoridades adoptaron esa medida a raíz de las denuncias de que los servicios de inteligencia chinos habían planeado sancionar al diputado Michael Chong y a sus familiares en Hong Kong por encabezar una moción que condena las violaciones a los derechos humanos perpetradas por China en la región de Xinjiang contra la minoría uigur, y que califica de genocidio.
La respuesta por parte de Beijing no se hizo esperar, y este martes anunció que expulsará a la cónsul canadiense del Consulado General de Canadá en Shanghái.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino declaró a la diplomática canadiense Jennifer Lynn Lalon de “persona non grata” y le dio un plazo de cinco días para salir del país.
La Cancillería del gigante asiático, además, advirtió que se reserva el derecho de tomar otras medidas. El primer ministro canadiense adelantó que, independientemente de las próximas decisiones, su Gobierno no se dejará “intimidar” por China.