Un explorador francés encontró recientemente en el Himalaya 1,6 toneladas de desechos plásticos en momentos que se abren las negociaciones para intentar contener esta contaminación en todo el mundo.
“Es un auténtico vertedero. Detrás de cada roca aparecen un montón de bombas de oxígeno, latas, lienzos de carpas, zapatos, algo realmente absurdo”, deploró Luc Boisnard desde Nepal, al volver de una primer intento de escalar al Makalu, de 8.485 metros, donde espera volver a subir pronto.
El objetivo de este director de empresas de 53 años, con muchos años como montañista, es descontaminar las cumbres que “se han convertido en basureros gigantescos”.
El nombre de la operación y la asociación que creó alrededor del proyecto es Himalayan Clean-up.
La expedición al Makalu, que comenzó en marzo, fue su segunda tras subir el Everest en 2010. Paralelamente, otro miembro de la asociación acaba de regresar del Annapurna, de 8.091 metros.
De esos dos ascensos, los dos hombres ayudados por una decena de sherpas, trajeron de vuelta 3,7 toneladas de residuos, de los cuales 45% son plásticos: 1.100 kilos en Makalu y 550 kilos en Annapurna.
Se trata de una nueva ilustración de la omnipresencia de ese material derivado del petróleo, justo cuando el lunes comienza en París la segunda ronda de negociaciones para elaborar un tratado jurídicamente vinculante bajo los auspicios de la ONU para poner fin a la contaminación con plástico de aquí a 2024.
En su primera expedición al techo del mundo, Boisnard había traído de vuelta una tonelada de residuos, incluidos 550 kilos de plástico.
La mayor parte de esos desechos son restos de expediciones de altura acumulados desde 1920, cuando la región comenzó a abrirse al turismo.
En un intento de aligerar sus mochilas, y a veces con poco respeto por el medio ambiente, algunos montañistas en ciernes dejan deliberadamente algunas de sus pertenencias en los alrededores de los campamentos base o incluso en los senderos a las cumbres.
Algunos de ellos “se arrojan a los glaciares del Himalaya, donde permanecerán hasta dentro de 200 años”, lamenta Boisnard.
Esos plásticos se desintegran lentamente, contaminando a largo plazo los paisajes y los ríos.
Ya en 2019, un estudio científico había demostrado la presencia de microplásticos por encima de los 8.000 metros, incluso en la nieve.
Más allá del problema de los residuos, el primer objetivo del futuro tratado sobre los plásticos será reducir su uso y producción.
En 20 años, esta producción se ha duplicado con creces hasta alcanzar las 460 millones de toneladas anuales y podría triplicarse de aquí a 2060 si no se hace nada. Dos tercios se tiran después de uno o pocos usos, y menos de 10% del plástico se recicla.
Además de las montañas, también se encuentran plásticos de todos los tamaños en el fondo de los océanos, en los témpanos de hielo, en los estómagos de aves… y a veces en la sangre humana, la leche materna o la placenta humana.