Los máximos dirigentes chinos afirmaron que la economía se enfrenta a “nuevas dificultades y desafíos” en una reunión del Politburó, compuesto por 24 personas, celebrada este lunes.
Los altos funcionarios del país se reúnen anualmente a finales de julio para analizar la situación económica antes de su tradicional descanso estival en agosto.
Este año se han reunido en un momento en que la recuperación de la segunda mayor economía del mundo tras la pandemia estaba perdiendo fuelle, debido en gran parte a la atonía del gasto de los consumidores.
Se señaló en la reunión que el funcionamiento económico se encuentra enfrentando nuevas dificultades y desafíos, debido a la insuficiente demanda interna, las dificultades operativas de algunas empresas, los altos riesgos y peligros ocultos en áreas clave, y un entorno externo complejo y severo.
Acordó el Politburó que Beijing debe aplicar una regulación macroeconómica precisa y eficaz, reforzar la regulación anticíclica y las reservas políticas.
La reunión fue encabezada por el presidente Xi Jinping, quien pidió esfuerzos para expandir el consumo interno para ajustar y optimizar las políticas inmobiliarias de manera oportuna.
China declaró este mes que su economía creció un 6,3% en el segundo trimestre, mucho menos que el 7,1% previsto.
El decepcionante resultado se produjo a pesar de la bajísima base de comparación con el año pasado, cuando el país se vio afectado por una serie de bloqueos de COVID en las principales ciudades.
En junio, el desempleo juvenil alcanzó la cifra récord del 21,3%, frente al 20,8% de mayo.
Y el sector inmobiliario sigue sumido en crisis, ya que los principales promotores no consiguen terminar los proyectos de viviendas, lo que desencadena protestas y boicots hipotecarios por parte de los compradores.
Aunque el Banco Popular de China recortó el mes pasado los tipos de interés y las autoridades se comprometieron a ayudar al atribulado sector inmobiliario, Beijing ha tomado muy pocas medidas concretas.
China dio a conocer el viernes una serie de medidas para fomentar la compra de automóviles, mientras que también se han anunciado otras medidas para promover la inteligencia artificial y el consumo de productos electrónicos.
Beijing aspira a un crecimiento en torno al 5% este año, uno de los objetivos más bajos fijados por el gigante asiático en décadas, y que el primer ministro Li Qiang ha advertido que no será fácil de alcanzar.