Vetadas de las escuelas de secundaria y de las universidades, el número de mujeres que se matriculan en seminarios religiosos en Afganistán está en aumento, siendo la única oferta académica disponible para ellas: los estudios religiosos, donde los talibanes imparten su estricta interpretación de la ley islámica.
En estas escuelas las alumnas aprenden lo básico de la lectura del Corán, las enseñanzas y los dichos, pudiendo especializarse en lecturas más profesionales como la jurisprudencia o las opiniones islámicas, mencionó un profesor de Qari Mohammad Saleh Islampur.
Los estudios religiosos, que ya formaba parte del programa académico de hombres y mujeres de Afganistán con el depuesto gobierno hace dos años, suponen ahora la única alternativa para seguir estudiando tras el veto a la educación femenina secundaria que más tarde se extendió a la universitaria y superior.
Pese a que los talibanes prometieron a las afganas que volverían a las aulas una vez adaptaran los contenidos a la ley islámica o sharia, muchos líderes fundamentalistas se han negado permitir que las mujeres de Afganistán cursen materias alejadas de la religión.
Entre ellos se encuentra el ministro del temido Ministerio de la Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, Mawlawi Khalid Hanafi, quien insistió en múltiples ocasiones que solo se permitirán los estudios religiosos para las mujeres, “no la educación moderna”.
Se calcula que unos 10 millones de alumnos, incluidas 4 millones de niñas, realizan sus estudios religiosos en los más de 19.571 escuelas especializadas en el país, según los datos del Ministerio de Educación del gobierno de los talibanes.
La presencia de cada vez más mujeres en seminarios bajo el poder de los fundamentalistas preocupa a eruditos y expertos religiosos, que consideran que el gobierno de facto emplea la única vía para estudiar que tienen las mujeres para imponer su ideología y las costumbres de los pastunes, la etnia de los talibanes, entre las generaciones más jóvenes.
La educación íntegramente religiosa no sustituye, aún así, a la educación secundaria y universitaria que tanto añoran las afganas y cuya esperanza por recuperar cada vez se reduce más.
Afganistán es, a día de hoy, el único país del mundo que prohíbe la educación femenina, una medida que ha costado a la economía afgana un estimado de 5.400 millones de dólares, según un reciente informe de la agencia humanitaria Care International.