Las encuestas se han convertido en un instrumento de campaña; son utilizadas como arietes para minar la credibilidad de candidatos y desmotivar las simpatías por algunos de ellos.
¿Qué caso tendría votar por un candidato que va 30 puntos abajo del primer lugar?
Las encuestas pretenden crear una narrativa de la victoria anticipada, cuando faltan nueve largos meses para la elección, tiempo en el que cualquier cosa podría pasar.
La encuesta publicada por un diario capitalino concede una ventaja de 30 puntos a Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez.
Pero, la misma candidata de oposición publicó que hace una semana, la misma encuestadora le daba una ventaja de ¡50! puntos a la candidata de Morena, lo que sugeriría, en términos prácticos, que Gálvez adelantó 20 puntos porcentuales en una semana.
Ninguno de los dos escenarios parece cierto.
Es innegable la ventaja de Sheinbaum; tiene dos años en campaña y el apoyo de todo el aparato oficial, en tanto que Gálvez apenas comenzará, en serio, su periplo por ganar la presidencia.
También es innegable que, mientras Sheinbaum se ha ocupado de tener eventos tumultuarios diariamente, Gálvez no se ha despegado del Senado y sus eventos siguen siendo en lugares y con públicos reducidos.
Quizá se trate de pudor por respeto a la ley pero, como se vio en las pre-pre precampañas, el INE abdicó de su obligación de aplicarla.
Si bien las encuestas ahora son un instrumento de propaganda política, no se debe desestimar que, al menos los sondeos serios (y cada vez es más difícil distinguirlos), son “fotografías’’ del momento.
Y en esas fotografías se sigue viendo a Xóchitl en segundo plano, medio fuera de foco, porque aún no camina hacia adelante.