Hay quienes se preguntan qué haremos ya sin Andrés Manuel López Obrador; sí, como lo leen. Algunos piensan que dejará su semilla y se irá tranquilo a tomar el sol a su finca; otros sostienen que seguirá el camino del destierro, aunque no lo ven ni, Bolivia o Venezuela, sino en un paraíso.
El caso está que, mientras faltan poco más de medio año para el adiós, en esta temporada los mexicanos debemos sufrir por la “encuestitis”, un ejercicio demoscópico que se ha demostrado hasta el cansancio es de lo más engañoso que se pudiera pensar.
Y es que la historia reciente nos ha mostrado que en cuanto pasan las elecciones, muchas casas encuestadoras quedan en evidencia, por sus yerros algunos de ellos mal intencionados o con fuerte tufo a dinero.
Y obvio, viene el escarnio público, que dura unas semanas y meses, para dar paso a su regreso triunfal en el siguiente proceso electoral y, en los casos más graves o lamentables, se da un cambio de razón social, pero nada más.
Sin embargo, el poder de las encuestas truqueadas, inexactas, falsas, exageradas, parciales, artificiosas y tendenciosas puede determinar el rumbo de una elección.
Hay ejemplos y muchos, pero vayamos a uno reciente: el proceso electoral del Estado de México.
En este caso claramente las encuestas falsas desinhibieron el voto de millones de personas que vieron como inevitable el triunfo de la candidata del Presidente.
En la actualidad hay encuestas en estados como Morelos, donde la candidata del oficialismo, en esa entidad que está claramente dominada por la delincuencia, con un gobernador ausente y presuntamente ligado al narcotráfico, y una población cansada de la clase política, paga espectaculares donde muestra una encuesta que la pone inevitablemente al frente de la contienda.
Pero el ejemplo más fehaciente de lo sucio de las encuestas – evidentemente las que son pagadas por los intereses de los que mandan – es aquella que dio al Presidente una popularidad de diez por ciento de la noche a la mañana.
El presidente López Obrador está muy activo en el proceso electoral, a pesar de que las Leyes electorales se lo prohíben.
Ello ha dado pie para que el INE haya sido cuestionado por la inacción ante las diversas violaciones a la Ley por parte del jefe del ejecutivo; la autoridad electoral ve lo mismo que vemos todos, pero no sanciona.
Así, la actividad de López Obrador en la campaña es permanente, ya que su objetivo es destacar su legado.
Qué va a hacer López Obrador, una vez que entregue la Banda Presidencial.
Él declaró que se iría a su finca “La Chingada”. Pero, para el 2 de junio, hay dos escenarios.
Primero, que gane Claudia Sheinbaum Pardo y que trabaje por la continuidad de la transformación. En este sentido, nadie cree que se separe de la política y se constituya en el titiritero de su marioneta.
Y está el otro escenario, el del triunfo de Xóchitl Gálvez Ruíz, lo que daría pie para que López Obrador siga en su activismo, para señalar todo lo que no apruebe.
Uffff…