Podrá decirse que el presidente de México es un tipo singular, ya que a la cascada de mentiras que nos ha enderezado desde antes de ser presidente, ahora se suma la aceptación de que “es de sabios rectificar”.
Ello viene a colación porque este lunes, cuestionado sobre el porqué de la militarización del país, que tanto criticó siendo aspirante, respondió que “es de sabios rectificar” y con ello quiso zanjar las dudas sobre sus determinaciones.
También mucho se ha comentado sobre las actitudes y decisiones tomadas recientemente en dos casos: el de María Amparo Casar y el de la madre buscadora Cecilia Flores.
En ambos temas, López Obrador se ha mostrado irascible fuera de toda la proporción que uno esperaría en un jefe de Estado.
Descalificó sin más a Cecilia Flores porque se atrevió a sugerir que había un crematorio clandestino en un cerro de Iztapalapa.
La acusó de estar al servicio del “conservadurismo’’ y después, para hacerle coro, el jefe de Gobierno Martí Batres calificó el hallazgo como un “montaje frustrado’’.
Eso sí, después de eso, el Gobierno de la CDMX se apresuró a limpiar el lugar y el Gobierno Federal determinó quitar la protección que brindaban a la buscadora.
Lo de Amparo Casar es inédito, no solo por la forma en que se trató de desprestigiarla, sino porque el Presidente sabía que estaba cometiendo una ilegalidad al publicar todos los datos personales de la directora de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.
Y pese a las protestas y apoyo a la investigadora, este domingo subió el expediente judicial del suicidio de su esposo, pese a que el INAI había anunciado el inicio de una investigación de oficio por la publicación de datos personales.
Evidentemente ello ha generado aun más criticas que dejan a López Obrador como un ser que no entiende de mesura y que, por el contrario, ha visto al poder como la herramienta para acabar con quienes piensan diferente a él y como el vehículo adecuado para tratar de entronizar un movimiento que, de una u otra forma, maneja y manejará a su antojo.
Pero hay otro asunto donde se ha mostrado sin tapujos en su más recóndita miseria: el del obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, en Guerrero, Salvador Rangel Mendoza, a quien, lejos de permitir que saliera del sopor de las drogas que le fueron administradas, las autoridades se encargaron de sodomizarlo ante la sociedad.
De acuerdo con miembros de la Iglesia Católica, el obispo emérito no ha podido rendir testimonio alguno, pero advierten que, independientemente de estar sedado por las fuertes drogas, muestra moretones en varias partes de su cuerpo.
Para el Gobierno Federal está más que claro que el miembro del clero que buscó la paz en Guerrero, es todo lo peor de este mundo.
Aquí habrá que mencionar, repitiendo lo que ha dicho hasta el cansancio el que ya se va: “Lo bueno que lo suyo, lo suyo, no es la venganza”.