Siempre he pensado y sostenido, que las encuestas que se realizan en tiempos electorales, han dejado de ser un referente, que se han constituido en un mecanismo más que intenta desalentar el voto ciudadano.
Nuestro país hace mucho que transita por esa línea. El que paga, manda, es la consigna, y si algún político, por malo que sea, por mediocre que haya sido, o por ser un verdadero ratero, trata de hacerse ver como lo mejor de lo mejor, recurre – ya sea en lo personal o por medio de su partido – a las encuestas.
Por eso hay que estar muy atentos a lo que sucede más allá de los números que nos quieren meter a base de billetes.
Dicho lo anterior, hay que atender a lo que podría ocurrir en el país luego de la llamada “Marea Rosa”, una marcha multitudinaria que se vio en muchas ciudades de México y del extranjero, que mostró el músculo, está vez en apoyo a la candidata presidencial de oposición, Xóchitl Gálvez Ruíz, quien ha transitado por esta campaña atacada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, su partido Morena y huestes de bots que tratan de desalentar al electorado.
Por eso, lejos de los encuestadores mercenarios, esta concentración debe entenderse como una muestra de que la elección no está decidida ni es un “mero trámite”, como se ha atrevido a asegurar Claudia Sheinbaum Pardo, la candidata oficialista.
Por el contrario, hay que atender al hecho de que Xóchitl Gálvez Ruíz llegó al tercer debate presidencial con el tanque de oxígeno que le representó el apoyo masivo de la gente de rosa.
Así, independientemente de los obstáculos físicos y políticos que la ola rosa tuvo que sortear, destaca el hecho de que la ciudadanía sí está conectada con el proceso electoral.
Ahora la situación es otra, ya que el gran reto que tiene Morena, es que el supuesto interés y amplio margen que pregonan tiene Sheinbaum, se mantenga hasta el día de la votación.
Xóchitl seguirá navegando en ese mar con campañas, evidentemente mañosas, con las que se pretende desmotivar la participación ciudadana.
Ni los actos de violencia ni las cascadas de encuestas que conceden ventajas inverosímiles tendrían que impactar en el ánimo colectivo para dejar de votar.
De acuerdo con las proyecciones, el reto es superar la participación ciudadana del 63.42% que se registró en la elección del 2018.
En 1994, en la elección que ganó Ernesto Zedillo, participó el 77.16% del padrón electoral, el mayor porcentaje registrado en una votación, mientras que en la del 2000, que ganó Vicente Fox, el porcentaje de participación fue del 63.97%, casi igual que el registrado en la elección que ganó López Obrador.
En el 2006, el porcentaje de mexicanos registrados en el padrón electoral que votaron fue del 58.55%; la elección la ganó Felipe Calderón y en el 2012, participó el 63.1% de los ciudadanos con credencial de elector, siendo el ganador fue Enrique Peña.
Los padrones electorales de esos años eran menores a los casi 99 millones de mexicanos que tendrán la oportunidad de votar el 2 de junio.
Ese será el reto de los mexicanos, elevar el porcentaje de votantes, a pesar de las constantes provocaciones para que no lo hagan. Lo que se está jugando es el futuro del país.