El presidente Vladimir Putin dice que la guerra de Rusia en Ucrania es parte de una lucha existencial con Occidente que exige una atención total, pero los tiroteos mortales en Daguestán muestran que el Islam militante es una amenaza creciente que puede obligarlo a redirigir algunos de sus recursos.
El último ataque de violencia, en la que al menos 20 personas murieron el domingo por la noche en una serie de tiroteos aparentemente coordinados en el extremo sur de Rusia, plantea preguntas incómodas para sus servicios de inteligencia y seguridad.
Parecen haber sido tomados con la guardia baja en un momento en que gran parte de su atención se centra en Ucrania y la amenaza de ataques vinculados a Ucrania dentro de Rusia.
Sergei Markov, ex asesor del Kremlin comentó de manera muy contundente que el islamismo radical vuelve a levantar cabeza en Rusia, debemos tener muy claro que hay un problema con el terrorismo islamista y es muy grave, tendremos que tomar medidas serias.
La supuesta participación de dos familiares de un funcionario local que había celebrado una reunión antiterrorista en abril, y la afiliación pasada de otro atacante con un partido pro-Kremlin, han generado temores de infiltración en la élite local.
Los ataques en Derbent y Makhachkala, en los que un sacerdote ortodoxo ruso y al menos 15 policías fueron asesinados y una sinagoga fue incendiada, son un golpe a la promesa de larga data de Putin al pueblo ruso de garantizar la estabilidad interna.
Estos ataques podría impulsar una revisión en Moscú de la forma en que se gestiona el empobrecido Daguestán, de mayoría musulmana, una región al sur de Moscú, que fue sacudida en octubre del 2023 cuando manifestantes gritando “Allahu Akbar” o “Dios es el más grande” irrumpieron en un aeropuerto para atrapar” a pasajeros judíos en un vuelo procedente de Tel Aviv.
Daguestán es importante para el ejército y allí se está construyendo una base naval para la “Flotilla del Caspio” de Rusia.
Estos ataques se han ido incrementando, ya en marzo se tuvo uno, cuando hombres armados asaltaron la sala de conciertos Crocus City cerca de Moscú, matando a casi 150 personas en un incidente que Moscú sugirió que Ucrania también había tenido algo que ver en la dirección, una acusación que Kiev negó.
Y hace poco más de una semana, tuvo lugar en Rostov, en el sur de Rusia, un sangriento levantamiento carcelario vinculado al Estado Islámico, en el que fuerzas especiales mataron a tiros a seis reclusos que habían tomado rehenes.
Los expertos militares occidentales dijeron que los ataques del domingo parecían bien planificados y coordinados.
No hubo ninguna atribución de responsabilidad inmediata. Pero la rama rusa de Al-Azaim Media del Estado Islámico-Khorasan publicó un comunicado elogiando a los que llamó “hermanos del Cáucaso” por el ataque.
El Kremlin dijo que Putin había estado siguiendo de cerca los acontecimientos y dando órdenes, y que se estaba llevando a cabo una investigación.