De enero a agosto de este 2024 se han registrado un total de 56,677.62 hectáreas siniestradas, es decir que fueron sembradas, pero por algún motivo no lograron germinar, en el país este dato es el más alto para un mismo lapso desde 2021.
Fue de acuerdo a los datos proporcionado por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), que existe una diferencia de 25.5 por ciento. En el 2023, la autoridad federal registró 45,171.93 hectáreas perdidas.
Por otro lado, si se toma en cuenta el dato del 2024 y se compara con las 31,835.03 hectáreas siniestradas que se registraron en el 2022 existe una diferencia de 78 por ciento.
El dato más actual es inferior en 86.3% con respecto al dato del 2021, año en el que se registró el mayor número de hectáreas perdidas para un lapso de enero y agosto, en ese momento el SIAP registraba 412,261.27 hectáreas.
Mientras que en la administración de Andrés Manuel López Obrador, de diciembre del 2018 hasta agosto de 2024 se documentó un total de 3 millones 277,764.1 de hectáreas siniestradas. El 2023 fue el año en el que se registró el mayor número de zonas perdidas, en ese momento hubo 1 millón 117,783.52.
Ante el incremento de la cantidad de hectáreas siniestradas en el último año, expertos indicaron que los efectos del cambio climático, como las lluvias excesivas, podrían estar detrás del alza en estos registros.
Michoacán es quien lidera con un total de 21,707.5, en segundo lugar, se encuentra Tamaulipas con 13,188.52 y Oaxaca con 6,983.5 hectáreas siniestradas.
Por otro lado, con lo que se refiere al tipo de cultivo que se perdieron durante este lapso del año, el SIAP confirmó que de 64 que son tomados en cuenta en 28 se registraron hectáreas siniestradas.
El trigo en grano es el primer lugar con 23,667.5, le sigue el Sorgo grano con 12,630 y el maíz en grano con 8,186.18 hectáreas.
Las lluvias juegan un papel crucial en la agricultura, beneficiando a los cultivos y reponiendo los acuíferos, el exceso de lluvias provoca inundaciones que ahogan las raíces de los cultivos, reduciendo la oxigenación y, en algunos casos, causando la muerte de las plantas.
Las precipitaciones intensas provocan problemas en la infraestructura agrícola, como los sistemas de riego y los caminos, especialmente en zonas rurales con poca protección ante estos fenómenos.
La República mexicana enfrenta un serio problema de degradación del suelo, lo que afecta la retención de agua y nutrientes esenciales para las plantas.
En algunas regiones de México, la aptitud agroclimática, es decir, la capacidad de un lugar para producir ciertos cultivos está cambiando debido al calentamiento global.
Por ello la necesidad de regresar a prácticas agrícolas tradicionales como la rotación de cultivos y la cobertura vegetal, que ayudan a conservar la estructura del suelo y evitan la erosión.