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Por: Desmond Lachman
Durante su primer mandato, el presidente estadounidense Donald Trump aplicó aranceles agresivos y reducciones de impuestos que llevaron a un marcado aumento de los déficits comercial y presupuestario. Sin haber aprendido nada, parece decidido a redoblar sus esfuerzos con estas políticas destructivas, con el riesgo de una recesión mundial.

El filósofo español George Santayana advirtió que quienes no aprenden del pasado están condenados a repetirlo. Vista la insistencia del presidente estadounidense Donald Trump en que puede eliminar el déficit comercial con aranceles a las importaciones, es inevitable preguntarse si no aprendió nada, después de que lo intentó y fracasó en su primer mandato. Si algo hubiera aprendido, tal vez entendería una realidad económica básica: los aranceles por sí solos no reducirán el déficit comercial, sobre todo si se los combina con rebajas impositivas masivas, que provocarán un aumento descontrolado del déficit presupuestario.

Creer que el déficit comercial de Estados Unidos es un problema ha sido un rasgo esencial de la cosmovisión económica de Trump. En su opinión, los otros países se han aprovechado de Estados Unidos exportando más de lo que importan, robándole puestos de trabajo a la industria fabril estadounidense y acumulando riqueza a expensas de Estados Unidos. ¿Y cuál es su solución? Insistir en arancelar las importaciones, algo que en su opinión es la herramienta más eficaz para corregir el desequilibrio.

En su primer mandato, Trump aplicó una política comercial agresiva, con aranceles del 10 al 20% a importaciones chinas por unos 350,000 millones de dólares y tributos similares para el acero y el aluminio. Pero en vez de reducirse, el déficit comercial registró un aumento cercano al 40%, de 480,000 millones de dólares en 2016 a 680,000 millones en 2020.

Suele pasarse por alto que la verdadera razón por la que el déficit comercial creció con Trump no fueron los aranceles, sino las grandes rebajas impositivas que Trump aprobó simultáneamente. La Ley de Empleo y Reducción de Impuestos (2017) tuvo dos grandes efectos: incentivó la inversión, al reducir el tipo del impuesto de sociedades, y aumentó el déficit presupuestario, lo que redujo la tasa de ahorro nacional. De modo que incluso antes de que la pandemia de Covid-19 provocara un gran aumento del déficit, este ya había saltado de 584,000 millones de dólares en 2016 a 984,000 millones en 2019.

La lección económica clave que Trump debería haber aprendido de su primer mandato es que lo que determina el déficit comercial no son los aranceles, sino la relación entre lo que gasta un país y lo que produce. O como dijo John Maynard Keynes, el motor del déficit comercial es la diferencia entre el ahorro y la inversión. Cualquier país que ahorra menos de lo que invierte tendrá un déficit comercial, por más alto que sea su muro arancelario.

De vuelta al presente, vemos a Trump promover otra vez (potenciadas) las mismas políticas que ya fracasaron antes. En las tres primeras semanas de su segunda presidencia, impuso un arancel del 10% a los productos chinos, anunció (y luego suspendió temporalmente) aranceles del 25% a Canadá y México, y decretó aranceles del 25% para todas las importaciones de acero y aluminio. También ha indicado que tiene planes de imponer aranceles punitivos a la Unión Europea y Japón si mantienen sus superávits comerciales con Estados Unidos. Al mismo tiempo, sigue comprometido con una agenda radical de rebajas impositivas, y promete ampliar las de 2017 y no cobrar impuestos sobre la renta a las prestaciones de la seguridad social y a las propinas.

Las consecuencias pueden ser graves. Según el Comité por un Presupuesto Federal Responsable, en los próximos 10 años las rebajas impositivas que propone Trump añadirán 7.8 billones de dólares al déficit presupuestario, que ya está en el 6.5% del PIB. Surge pues la gran pregunta: ya que el resultado probable de las rebajas de Trump será incentivar la inversión y reducir el ahorro nacional, ¿cómo no van a aumentar el déficit comercial, igual que en su primer mandato?

Si Trump de veras quiere reducir el déficit comercial, debería reconsiderar su plan de rebajas impositivas y centrarse en diseñar una estrategia coherente para reducir el déficit presupuestario aumentando la recaudación y conteniendo el gasto público. Esto podría complementarse presionando a China para que implemente reformas económicas que estimulen el gasto de los hogares y pongan coto a su exceso de ahorro, que es desde hace tiempo un factor de los desequilibrios comerciales internacionales.

En cambio, las políticas actuales de Trump pueden provocar una guerra comercial, frenar la recuperación económica mundial y revivir las destructivas políticas de empobrecer al vecino de los años treinta. No habiendo aprendido nada de su primer mandato, parece decidido a redoblar sus políticas comerciales agresivas, a pesar del creciente déficit comercial. Lo que a su vez provocará casi con certeza que los socios comerciales de Estados Unidos tomen represalias.

Hay mucho en juego y solo cabe esperar que Trump cambie de rumbo antes de que sus políticas provoquen una desaceleración económica mundial. Pero por el momento nada indica que tenga intención de hacerlo.

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