Por: Enrique Campos Suárez
La fecha que puede quedar registrada en la historia como el día que inició una guerra comercial global es el 12 de marzo del 2025, porque ese fue el día que entraron efectivamente en vigor los primeros aranceles del plan proteccionista de Donald Trump.
Durante la campaña, y a lo largo de 50 días en el poder, el Presidente de Estados Unidos se dedicó a delinear y a amenazar con la aplicación de estos impuestos a la importación, pero finalmente ayer cumplió su amenaza que daña la dinámica comercial mundial.
México y Canadá libraron una primera amenaza de aranceles el febrero pasado, volvieron a quedar exentos el 4 de marzo, pero desde ayer los dos principales socios comerciales de Estados Unidos, sus vecinos y aliados regionales tienen que enfrentar los aranceles al acero y al aluminio, como el resto de los mercados que exportan esos materiales a aquel país.
China sí es otra historia, porque ese país asiático ha sacado provecho de sus condiciones altamente competitivas como exportador y los aranceles que ha enfrentado en la era Trump-Biden-Trump no han tenido un efecto devastador en sus volúmenes de exportación.
Pero en la confección de la historia, estamos en medio de algo importante, ya sea el relato del fracaso estrepitoso de las políticas proteccionistas de Donald Trump, con todo y crisis económica incluida, o bien ante el cambio de paradigma económico de Estados Unidos.
Desde ayer, estamos en ese ambiente tenso de aranceles y represalias, estamos ante un Canadá altamente ofendido con las groserías de Donald Trump, que ha respondido contundentemente con aranceles en venganza.
Una Unión Europea que responde con represalias quirúrgicas, con aranceles a productos industriales y agropecuarios de Estados Unidos; China que también amenaza con una respuesta dolorosa en materia comercial, y México, instalado en su “serenidad y paciencia” que se come los aranceles y decide esperar más tiempo.
La siguiente batería de ataques de Estados Unidos al libre comercio llega en apenas 20 días con la aplicación de los llamados aranceles recíprocos.
Trump cree que es un arma negociadora y que puede controlar todo de vuelta. El problema es que esto ya desató otros conflictos comerciales, como los chinos que impusieron aranceles a los canadienses o, para la broma, Ecuador que aplicó aranceles a México.
Es bueno atender a la historia en estos conflictos, porque estos hechos que parecen anecdóticos son causa de daños futuros mayores.
La Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado empezó, en buena medida, por la aplicación de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley en Estados Unidos que desencadenó una guerra comercial global.
Que, si bien fue posterior al crack bursátil del 29, fue una medida que profundizó la recesión hasta los niveles depresivos que quedaron para la historia.
¿Qué motiva a un megalómano? Difícil saberlo. Pero oficialmente Trump cree que esto traerá empleos industriales a su país, puede ser, pero perderá cientos de miles de empleos en la cadena de importación-exportación y en el comercio.
Se deducirá la oferta a los consumidores, aumentarán los precios, las empresas sin competencia disminuyen su calidad y el mundo tenderá a un peligroso chauvinismo.
Eso sin descartar la posibilidad de otra década como la de los 30 del siglo pasado.
La Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado empezó, en buena medida, por la aplicación de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley en Estados Unidos.