El líder ruso, Vladímir Putin, no quiere sorpresas en su camino a la reelección, por lo que ha lanzado una nueva purga entre las filas opositoras con el fin de garantizar una victoria aplastante en las presidenciales de 2024.
Rusia ha recuperado en los últimos tiempos el concepto de “democracia soberana” -cada país tiene derecho a interpretar libremente la democracia según sus características nacionales sin injerencia exterior- que el Kremlin intentó promover en vano tras la llegada al poder de Putin hace casi un cuarto de siglo.
Primero fue el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quien aseguró a la prensa estadounidense que Rusia “no es realmente una democracia” y que Putin sería reelegido con el 90% de los votos.
Y lo secundó la jefa de la CEC: “Estoy de acuerdo con Dmitri. Nosotros no tenemos un sistema (democrático) como en Occidente. Tampoco lo necesitamos”.
“Para mí la democracia es simplemente un mecanismo para formar el poder a través de unas elecciones. Lo que ahora ocurre en Occidente es que la democracia no es el poder de la mayoría, sino el poder de la minoría”, dijo Pamfílova.
Además, aseguró que el sistema electoral ruso es “más transparente” que el occidental y adelantó que los rusos podrán utilizar en unas 30 regiones del país el voto electrónico, la nueva herramienta de fraude en manos del partido del Kremlin, Rusia Unida, según la oposición.
En las elecciones legislativas de 2021, la oposición, desde los comunistas a los liberales, denunció la abierta manipulación de los resultados del voto digital, que fue utilizado por el propio Putin para ejercer el derecho al sufragio.
Precisamente, Melkoniants encabezó el grupo de trabajo creado para investigar dichas irregularidades, pero el estallido de la guerra en Ucrania hizo inútil su labor.
Sin quererlo, Peskov y Pamfílova desvelaron un secreto a voces, que Putin se presentará a la reelección en marzo próximo, ya que la Constitución le permite ahora perpetuarse en el Kremlin otros dos mandatos de seis años cada uno hasta 2036.
La Justicia liquidó el viernes el Centro Sájarov, el último lugar de reunión de la disidencia en Rusia. En las últimas semanas el líder opositor, Alexéi Navalny, fue condenado a otros 19 años de cárcel por extremismo, y varios ciudadanos rusos fueron encarcelados simplemente por criticar públicamente la guerra en Ucrania.
La última víctima de la represión ha sido la organización Golos, el principal observador electoral independiente de este país y el azote del fraude desde su fundación en 2000, año en que Putin ascendió al Kremlin.
Su copresidente, Grigori Melkoniants, fue detenido el jueves y el tribunal ordenó el viernes su arresto como medida preventiva hasta el 17 de octubre, supuestamente por coordinar el trabajo de una organización “indeseable” en Rusia, es decir, la Red Europea de Organizaciones para el Monitoreo de las Elecciones (ENEMO).
El apresamiento de Melkoniants provocó una ola de indignación, incluso entre figuras cercanas al Kremlin, como la jefa de la Comisión Electoral Central (CEC), Ella Pamfílova, quien recordó que las críticas de Golos “a veces nos ayudaron mucho”.
Golos, que significa voz y también voto en ruso, ha denunciado durante las últimas dos décadas irregularidades en todas las elecciones celebradas en este país, incluido el referéndum constitucional de 2020, que calificó de “atentado contra la soberanía popular”.
Después de denunciar el fraude oficialista en las elecciones legislativas de 2011, que desembocaron en las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS, Golos fue declarada agente extranjero.