Lo que ha pasado en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), es apenas un esbozo de lo que se avecina para la democracia en México.
Es obvio y quizá baladí señalar que, lejos de fortalecer la confianza de los actores políticos y de la sociedad, la asonada en el TEPJF provocó un escenario de incertidumbre mayor ante la cercanía del proceso electoral de junio de 2024.
No debe perderse de vista que la confrontación entre los magistrados viene de tiempo atrás.
Hagamos un poco de memoria: hemos visto la caída de los magistrados presidentes Janine Otálora, José Luis Vargas y ahora la de Reyes Rodríguez Mondragón, quien debía presidir el Tribunal hasta octubre del próximo año, una vez calificada la próxima elección.
Ahora bien, la sala superior del TEPJF se debe conformar de siete magistrados, actualmente solo son cinco: Reyes Rodríguez Mondragón, Magistrado Presidente hasta el 31 de diciembre; Janine Otálora, quien mostró su respaldo al magistrado presidente, Mónica Soto, que ocupará la Presidencia del Tribunal; Felipe Fuentes y Felipe de la Mata.
Hay dos vacantes que desde octubre de este año dejaron José Luis Vargas e Indalfer Infante.
Sin embargo, el Senado está en falta, la Corte les envió las dos ternas, una de hombres y otra de mujeres y no se ve la menor intención de resolverlo.
El Tribunal electoral a diferencia del Inai, puede sesionar con cuatro magistrados en las elecciones 2024, pero para calificar la elección presidencial y hacer la declaratoria de Presidente, requiere de un mínimo de seis integrantes.
Las alertas están encendidas.
Por una parte, la confrontación de los magistrados y por otra, la urgencia para que el Senado de la República haga los dos nombramientos para completar el pleno del tribunal electoral.
En un escenario responsable con la democracia, el TEPJF debe contar con sus siete integrantes, como marca la Ley.
Sin embargo, es más que obvio que los que detentan el poder buscarán acomodar sus fichas, de tal forma que les garantice control total.
Ya lo hicieron con la charada de la nueva ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, donde maniobraron para, a como dé lugar, tener a una más que incondicional.
El premio fue para Lenia Batres Guadarrama, personaje a la cual se ubica al lado del morenismo más retrógrado y a quien se equipara con su hermano, el actual jefe de Gobierno de la CDMX, Martí.
Es decir, los porros llegaron al control.