Singapur, una pequeña ciudad-estado situada en el sudeste asiático, es uno de los países más densamente poblados del planeta. En las últimas décadas, la isla también se ha transformado en un moderno centro de negocios internacionales, con una economía en rápido desarrollo. El auge ha provocado que el consumo de agua del país aumente más de doce veces desde que la nación se independizó de Malasia en 1965, y se espera que la economía siga creciendo. Sin recursos hídricos naturales, el país ha dependido de importar agua de la vecina Malasia a través de una serie de acuerdos que permiten la compra económica de agua extraída del río Johor del país. Pero el acuerdo expirará en 2061, con incertidumbre sobre su renovación.
Durante años, los políticos malasios han atacado el acuerdo sobre el agua, lo que ha provocado tensiones políticas con Singapur. El gobierno de Malasia ha afirmado que el precio al que Singapur compra el agua (fijado hace décadas) es demasiado bajo y debería renegociarse, mientras que el gobierno de Singapur sostiene que el tratamiento y la reventa del agua a Malasia se realizan a un precio generoso.
Y se espera que el cambio climático, que trae consigo un clima más intenso, aumento del nivel del mar y de las temperaturas promedio, exacerbe la inseguridad hídrica, según una investigación realizada por el gobierno de Singapur.
Buscando soluciones a su estrés hídrico, el gobierno de Singapur ha pasado décadas desarrollando un plan maestro centrado en lo que llaman sus cuatro “grifos nacionales”: captación de agua, reciclaje, desalinización e importaciones.
En toda la isla, diecisiete embalses capturan y almacenan agua de lluvia, que se trata mediante una serie de coagulación química, filtración rápida por gravedad y desinfección.
Cinco plantas desalinizadoras, que producen agua potable empujando agua de mar a través de membranas para eliminar sales y minerales disueltos, operan en toda la isla, creando millones de galones de agua limpia todos los días.
Un programa masivo de reciclaje de aguas residuales purifica las aguas residuales mediante microfiltración, ósmosis inversa e irradiación ultravioleta, agregándolas a los depósitos de suministro de agua potable. Las aguas residuales tratadas, denominadas “NEWater”, ahora proporcionan a Singapur el 40% de su agua, y el gobierno espera aumentar la capacidad al 55% de la demanda en los próximos años.
La innovación ha sido posible en parte gracias a la participación de empresas privadas, dijo Seah. Lograr la participación y la aceptación de la comunidad también ha sido un método eficaz para mejorar la concienciación y la conservación, dijo Seah.
El gobierno lanza el Programa Aguas Activas, Bellas y Limpias, transformando los sistemas de agua del país en áreas más públicas. A través del programa, los residentes pueden practicar kayak, caminar y hacer pícnic en los embalses, dando un mayor sentido de propiedad y valor a los suministros de agua del país.
Varias instalaciones de agua tienen ahora espacios verdes públicos en los tejados donde el público puede hacer un pícnic en medio de grandes y exuberantes zonas verdes.
En las escuelas, se enseña a los niños sobre las mejores prácticas para el uso y la conservación del agua. Las escuelas realizan simulacros de ejercicios de racionamiento de agua en los que se cierran los grifos y los estudiantes recogen agua en cubos.
La comunidad internacional también ha aprovechado la innovación hídrica de Singapur. El país se ha convertido en un centro mundial para la tecnología del agua, alberga a casi 200 empresas de agua y más de 20 centros de investigación y alberga una Semana Internacional del Agua cada dos años.
La tecnología hidráulica desarrollada y utilizada en Singapur, como filtros de agua portátiles, tecnología de análisis del agua y herramientas de gestión de inundaciones, se ha exportado a más de 30 países, incluidos Indonesia, Malasia y Nepal.