El Vaticano hizo otra gran propuesta a China, reafirmando que la Iglesia católica no representa ninguna amenaza a la soberanía de Beijing y admitiendo que los misioneros occidentales habían cometido errores en siglos pasados en su afán por convertir a los fieles chinos.
El Vaticano recibió al jefe de la conferencia de obispos de China para una conmemoración de alto nivel sin precedentes de una reunión histórica de 1924 en Shanghái que afirmó la necesidad de que los misioneros extranjeros en China den paso a los líderes de la iglesia local.
La presencia del obispo de Shanghái Joseph Shen Bin junto al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, en la Universidad Pontificia Urbaniana fue en sí misma digna de mención. Fue la primera vez que se recuerda que Beijing permitió a un obispo del continente participar en un evento público del Vaticano como orador principal.
También fue significativo dada la controversia sobre el nombramiento de Shen en 2023. En julio, el Papa Francisco se vio obligado a reconocer el nombramiento unilateral de Shen por parte de China como obispo de Shanghái. El nombramiento aparentemente violó el acuerdo de 2018 de la Santa Sede con Beijing sobre el nombramiento de obispos.
Francisco abrió la conferencia con un mensaje en video en el que no mencionó los problemas recientes, sino que señaló la reunión de 1924 en Shanghái como un punto de inflexión para las relaciones entre el Vaticano y China. El primer y único concilio de la iglesia china, dijo, reconoció que la iglesia en China debe tener cada vez más un rostro chino.
Hablando a través de un intérprete, Shen dijo que la Iglesia católica hoy debe tener un punto de vista chino, respetar la cultura china y desarrollarse junto con la sociedad china. También señaló que el Papa ha subrayado que ser un buen cristiano es una parte integral de ser un buen ciudadano.
El Vaticano ha estado trabajando durante años para tratar de mejorar las relaciones con China, que fueron oficialmente cortadas hace más de siete décadas cuando los comunistas llegaron al poder. El objetivo es unir a los aproximadamente 12 millones de católicos del país, que estaban divididos en una iglesia oficial reconocida por el Estado y una iglesia clandestina que permaneció leal a Roma.
Las relaciones se habían visto obstaculizadas durante mucho tiempo por la insistencia de China en su derecho exclusivo a nombrar obispos como una cuestión de soberanía nacional, mientras que el Vaticano insistía en el derecho exclusivo del Papa a nombrar a los sucesores de los Apóstoles originales.
La conferencia brindó un lugar para que la Santa Sede admitiera públicamente ciertos errores del pasado, reafirmara su respeto por una Iglesia católica totalmente china e insistiera en que el Vaticano no representa ninguna amenaza para ella.