Resulta comprensible que a dos meses de concluir su gestión el presidente López Obrador trate de vender a su audiencia lo que él considera como logros en materia económica. Ayer lo escuché destacar diversos indicadores con los que, desde su óptica, pretende acreditar que habría hecho un gran papel. Uno que me llamó la atención es el recuento que hizo sobre la magnitud del endeudamiento en el que incurrieron los presidentes que le precedieron.
Al referirse a ese indicador, el presidente afirmó “… y cómo estaríamos en deuda pública, si Calderón, ocho por ciento del PIB, arriba, Peña ocho por ciento más, nosotros a pesar de la pandemia y de todo, cinco (por ciento) …”. De este enunciado, se desprenden dos comentarios.
El primero tiene que ver con el hecho de que finalmente el presidente López Obrador reconoce que sí incrementó el nivel de endeudamiento del gobierno o mejor dicho, del sector público, no obstante que una de sus promesas centrales como candidato a la presidencia e incluso ya como presidente de la República, era hacer esto o aquello, “sin endeudar al país”. Seguramente sabía que no tenía forma de instrumentar sus planes de gobierno sin incurrir en un mayor endeudamiento, pero fiel a su estilo optó por venderle a los mexicanos la promesa de que no lo haría.
Ahora bien, el segundo comentario tiene que ver con la magnitud del endeudamiento, porque al abordar el tema, el presidente recurrió a la vieja práctica de cucharear un poco las cifras, para que las de él no suenen tan dramáticas como las de los otros presidentes. En este caso, el presidente mencionó que durante su gestión solo se incrementó la deuda en cinco puntos del PIB, lo que evidentemente no es verdad. Basta ver los reportes en materia de finanzas públicas que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) remite mensualmente al Congreso de la Unión, para saber que no hay forma que este gobierno termine su período constitucional presumiendo que solo incrementó el nivel de endeudamiento en cinco puntos del PIB.
En realidad, el incremento en el endeudamiento provocado por la administración de López Obrador será de 7.0 puntos porcentuales del PIB, y no solo 5.0 puntos como pretendió presumir ayer. Y aquí seguramente algunos dirán, bueno, son solo dos puntitos porcentuales de diferencia. El tema es que esos dos puntitos porcentuales, en términos del valor del PIB, equivalen a alrededor de 675 mil millones de pesos.
Este desempeño se explica en buena parte por este sexto año de gobierno, que se caracterizó por el fuerte incremento en el gasto público, para cumplir con la obsesión del presidente de “concluir” todos los proyectos de obra pública prioritarios antes que termine su gestión, así como por el fuerte desembolso vía apoyos directos que su gobierno dispuso para los primeros meses de 2024, en el contexto del proceso electoral de este año, medidas que adicionadas al menor crecimiento del PIB que ya se anticipa para este 2024, frente a lo que esperaba SHCP cuando envió el Paquete Económico al Congreso en septiembre del año pasado, y los costos del servicio de la deuda que no se han reducido tampoco, porque las tasas de interés han permanecido en un nivel alto frente a la trayectoria de descenso que la autoridad hacendaria estimaba, conformaron un escenario de fuerte deterioro en el resultado para las finanzas públicas.
Tratar de maquillar este resultado podría entenderse en el contexto de un presidente que está entregando el gobierno a un grupo o partido político rival, sin embargo, no le veo el sentido cuando le estará entregando la estafeta a Claudia Sheinbaum, no solo su gran aliada, sino su heredera política quien se supone consolidará lo que él considera su legado.
Ya encarrerado, presumió que la refinería Olmeca, en Dos Bocas, empezará a producir ya este sábado entre 250 mil y 260 mil barriles de gasolina diarios. Sin embargo, es sabido que la capacidad de producción máxima de gasolina de esa refinería, al menos con el diseño actual, es de 170 mil barriles de gasolina diarios. Total, las mentirillas no tienen consecuencias.