Donald Trump es un candidato que acostumbra saltar de un tema a otro. Pero en el aeropuerto de Lancaster se desvió en largas digresiones y apenas mencionó sus puntos habituales sobre economía, inmigración y las acostumbradas críticas a Harris.
El aspirante republicano dijo que John Bolton, su exasesor de seguridad nacional y ahora un sonoro crítico de él, era un “hijo de p— tonto”. Y repitió teorías ya conocidas y desacreditadas de fraude electoral, alegando que los demócratas únicamente podrían ganar si hacen trampa. Las encuestas indican que la contienda entre él y Harris está muy ajustada.
“Es un país corrupto”, dijo Trump. “Y vamos a enderezarlo. Vamos a enderezarlo”.
Harris contrarrestó las caracterizaciones de Trump sobre las elecciones estadounidenses, diciendo a los periodistas después de la ceremonia religiosa que los comentarios del exmandatario están destinados a distraer del hecho de que tenemos y apoyamos elecciones libres y justas en nuestro país. Esos buenos sistemas operaban correctamente en 2020, dijo Harris, y él perdió.
La vicepresidenta dijo que confía en el recuento de votos próximo, y alentó a los electores, en particular a las personas que aún no han sufragado, a no caer en esta táctica, que creo que incluye sugerirle a las personas que, si votan, su voto no importará.
Por su parte, Trump reconoció que, con su discurso conspirativo, estaba soslayando su enfoque habitual. Habló varias veces acerca de ignorar los consejos de sus asesores, repitiendo en tono de burla los comentarios que le hacen e insistiendo en que tenía que hablar sobre el fraude electoral a pesar de las objeciones de ellos.
En un momento dado, Trump dejó entrever que no volvería a dar esta versión de su discurso: “Espero que hayan disfrutado esto”, dijo, “porque solamente lo estoy haciendo una vez”.