El papa Francisco llegó esta semana a Mongolia en la primera visita papal a la nación de Asia Oriental, que cuenta con una de las comunidades católicas más pequeñas del mundo.
El jefe de la iglesia católica, que llegó este viernes a Ulán Bator, la capital del país, fue recibido por soldados de caballería y guardia vestidos con antiguas armaduras mongolas alusivas a los tiempos del conquistador y el fundador del Imperio mongol, Gengis Kan.
El papa se reunió con el presidente local, Ukhnaagiin Khurelsukh, en una típica ger mongola o yurta (tienda de campaña redonda) que fue instalada dentro del Palacio de Estado.
La comitiva del sumo pontífice fue agasajada con vistosas expresiones de cultura nacional como batallas entre corpulentos luchadores tocados con vestimentas tradicionales, ejercicios de jinetes sin montura y un espectáculo de arqueros. “Una bienvenida del papa digna de un emperador”, resume el diario The New York Times.
Durante su reunión con el mandatario mongol, Francisco alabó la libertad religiosa en el país asiático, de población mayoritariamente budista, donde, según datos de la propia Santa Sede hay unos 1.500 creyentes católicos.
En particular, el papa recordó que la historia de las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y Mongolia se remonta muy atrás en la historia, con contactos registrados en el siglo XIII.
El pontífice remarcó que se debe valorar el modelo con el cúal un imperio pudo abarcar territorios tan distantes y diversos durante siglos, demostrando una notable capacidad de sus ancestros que reconocieron las cualudades de los pueblos en los inmensos territorios, planteó el hecho de poder utilizarlo en la actualidad.
Asimismo, en su discurso ante obispos, misioneros y agentes pastorales, el papa les instó a no tener miedo de “los números reducidos”, “los éxitos que no llegan” o “la relevancia que no aparece”. “No es este el camino de Dios”, resaltó Francisco que abogó por acercarse a los fieles mongoles, aprender su lengua y valorar su cultura.