Crece la preocupación entre la población china por la posibilidad de contagiar de COVID-19 a sus parientes ancianos mientras planeaban regresar a sus ciudades de origen para pasar unas vacaciones que, según advierte la Organización Mundial de la Salud, podrían desencadenar un brote virulento.
Las vacaciones del Año Nuevo Lunar, que comienzan oficialmente el 21 de enero, se producen después de que China abandonara el mes pasado un estricto régimen antivirus de confinamientos masivos que provocó una frustración generalizada y desembocó en protestas históricas.
Ese abrupto giro de 180 grados desató el COVID en una población de 1.400 millones de personas que carece de inmunidad natural, al haber estado protegida del virus desde que estalló por primera vez a finales de 2019, y que incluye a muchos ancianos que no están completamente vacunados.
El brote, que se extiende desde las megaciudades chinas a zonas rurales con recursos médicos más débiles, está desbordando algunos hospitales y crematorios.
Con escasos datos oficiales de China, la OMS dijo el miércoles que será un reto controlar el virus durante un periodo vacacional que está considerado como la mayor migración anual de personas a escala mundial.
Otras advertencias de expertos sanitarios chinos para que la gente evite a sus parientes ancianos durante las vacaciones estaban entre los mensajes más compartidos en Weibo, el Twitter chino.
Se espera que más de 2.000 millones de pasajeros realicen viajes durante el amplio periodo del Año Nuevo Lunar, que comenzó el 7 de enero y se prolongará durante 40 días, según ha informado el Ministerio chino de Transporte. Esto supone el doble de los viajes del año pasado y el 70% de los registrados en 2019, antes de que surgiera la pandemia en la ciudad de Wuhan, en el centro de China.
La OMS y Gobiernos extranjeros han criticado a China por no ser transparente sobre la escala y gravedad de su brote, lo que ha llevado a varios países a imponer restricciones a los viajeros procedentes del país.
China ha estado informando de como mucho cinco muertes al día durante el último mes, cifras que no concuerdan con las largas colas que se ven en las funerarias. El país no comunicó los datos de víctimas mortales del COVID ni el martes ni el miércoles.
Liang Wannian, jefe de un grupo de expertos en COVID dependiente de la autoridad sanitaria nacional, declaró a la prensa que solo se podrían contabilizar con exactitud las muertes una vez finalizada la pandemia.
Aunque los expertos internacionales en sanidad han pronosticado al menos un millón de muertes relacionadas con el COVID este año, China ha notificado poco más de 5.000 desde que comenzó la pandemia, una fracción de lo que han notificado otros países a medida que eliminaban sus restricciones.
Más allá del número de muertos, los inversores apuestan por que la reapertura de China revitalice una economía de 17 billones de dólares que sufre su menor crecimiento en casi medio siglo.
Esto ha elevado las bolsas asiáticas a máximos de siete meses, ha fortalecido el yuan chino frente al dólar estadounidense y ha impulsado los precios mundiales del petróleo ante la esperanza de una nueva demanda del principal importador del mundo.