Nuestro mundo se ve afectado por un aluvión de crisis, que debe hacernos repensar y cuestionar nuestros modos y maneras de vivir, empezando por los sistemas económicos, sanitarios y sociales para acabar exponiendo nuestra fragilidad como criaturas en un orbe turbulento. Estamos, pues, en el momento de la opción. Las pruebas están ahí, para que salgamos de la necedad del difuso poder y resurjamos hacia otras esferas que nos acerquen. Hacer familia es vital para renacer y transformarse. Sin duda, estamos en el momento de la elección, el tiempo para distinguir lo que nos pasa y lo que cuenta verdaderamente para lograr fraternizarnos. Sin duda, hay que transformarse, la fragmentación no beneficia a nadie.
A mi juicio, debemos despojarnos de elitismos y ponernos en comunión, más espiritualmente que corporalmente, extendiendo el cultivo de los vínculos como linaje. En consecuencia, hemos de ser flexibles como las mimbres y, a la vez, comprensivos a manera de un buen deportista. Jamás rígidos, pongámoslo como metodología educativa en todos los planes de enseñanza. Seguramente, entonces, no caminaremos tan a la defensiva. Ganaremos confianza, sobre todo si practicamos la apertura hacia todos los abecedarios del sentimiento.
Sin sensibilidad coexistimos prácticamente como piedras, vestidos de humanos perecederos. Necesitamos sentir para estar seguros de no tener los anhelos olvidados. La vida, precisamente es eso, un arcoíris de caminos llenos de posibilidades. La cuestión radica en tomar, aquella senda que nos reconduzca al fortalecimiento de nuestros andares; puesto que no somos autosuficientes, sino incompletos e ineludibles para contribuir a hacer hogar, lo que requiere de una renovada corresponsabilidad, que ha de universalizarse con la justicia y el complimiento de la concordia, que es lo que da unidad a la estirpe humanitaria.
En este sentido, el titular de la ONU, termina de hacer un llamamiento para llevar a cabo una reforma de las instituciones y de los marcos multilaterales, con el objetivo de adecuarlos a las realidades actuales, sobre la base de la equidad y la solidaridad. Además, yo añadiría una concienciación más real del ciudadano de a pié, adherido al natural garbo ético, si en verdad queremos derrotar el consolidado culto de la indiferencia, que nos encamina a la cultura del divide y vencerás. Esto no se puede consentir. Contra los valores afectivos no valen doctrinas, que ni siquiera son verdad, sino mero comercio que nos deshumaniza por completo.
Por eso, es menester juzgar las emociones por los actos, más que por las palabras. Sin corazón no hay nada. De hecho, es doloroso observar a muchos renuevos desmembrados de sus progenitores. Únicamente suelen acudir a reclamar su legado de capital e intereses. Don dinero, una vez más, es el que decreta y decide. A otros que, sin embargo, quieren hacer nido, se les obliga a huir. Me refiero a los refugiados y desplazados por causas de contiendas inútiles, pobrezas o situaciones degradantes, que han de llevarnos a tender puentes, no a esclavizarlos al antojo de los privilegiados del sistema.
Esto es intolerable; no obstante, es hoy una situación que muchos ignoran adrede. En consecuencia, el diálogo continúa siendo la única vía para encontrar enfoques conjuntos y soluciones comunes a las amenazas y retos globales a los que diariamente nos enfrentamos. En efecto, hoy más que nunca hace falta reforzar el entendimiento y el apoyo entre sí, volver a ser gentes de hondura, para restablecer por todos los rincones del planeta instituciones democráticas creíbles. Por otra parte, ensánchese el Estado social y de Derecho, con todo lo que ello supone de evolución de la arquitectura financiera internacional, al menos para cerrar las guaridas fiscales y evitar las evasiones.
Indudablemente, ante este bochornoso contexto, es muy importante que haya mecanismos de cooperación para no dejar a nadie atrás, aplaudiendo la labor de aquellos que se comprometen gratuitamente a donarse a los demás, a fin de construir una sociedad más fraterna. La mejor prueba de ello, para propiciar el cambio, es no cerrar los ojos ante nada ni ante nadie. Eso sí, con urgencia debemos combatir juntos esta plaga de injusticias, de desigualdades, para aliviar las tensiones antes de que originen un conflicto. Seamos constructores, no destructores.
Activemos el ritmo de lo armónico en nuestros movimientos y paralicemos el negocio de las armas, soñando con la grandeza de la unión de los moradores y caminando más allá de las necesidades de lo inmediato. Paso a paso es como se reconstruye la poética de los espacios sanos, valorando la mística del ser y fomentando la amistad social. ¡Qué magnífico es reencontrarse, labrar el sentido de vecindad, dejando atrás contrastes y diferencias! Con razón, se dice y se comenta, que sólo se renace en contacto con las propias raíces, avanzando hacia el aprendizaje permanente, con una tecnología en favor del desarrollo humano y realizando un seguimiento sostenido de la gobernanza digital.