El estiaje está pegando con todo, y mientras se registran altas temperaturas, la Comisión Nacional Forestal tiene en este 2024 el presupuesto más bajo en los últimos 10 años, con un total de 2 mil 600 millones de pesos para su operación, contra 7 mil 600 millones que tenía hace 10 años.
Es evidente que la falta de recursos ha ocasionado la muerte de al menos cinco brigadistas en el Estado de México, los cuales apoyaban el combate de incendios forestales.
Pero, a la par de los incendios y las altas temperaturas, hay cosas que están calentando en demasía el ánimo de los mexicanos, y no es otra cosa que la inseguridad, la violencia y, sobre todo, la apatía de las “autoridades”.
Se han registrado crímenes tan despreciables como el asesinato de Camila, una niña de ocho años que vivía en Taxco de Alarcón, Guerrero.
Fue la semana pasada cuando se registró este que es uno de los episodios de ingobernabilidad y omisión de autoridad más atroces, cuando una horda enardecida decidió hacer justicia por propia mano, luego del secuestro y asesinato de Camila, que sólo iba a jugar con su amiga.
Debieron pasar 12 horas desde que la niña fue encontrada muerta y las autoridades no tenían detenidos ni responsables del crimen, razón por la cual los habitantes de Taxco decidieron linchar a los presuntos asesinos de la menor.
Las imágenes que atiborraron las redes sociales, dan muestra de la falta de capacidad y entrenamiento de los policías municipales, quienes no pudieron resguardar a los presuntos culpables para llevarlos ante el Ministerio Público e iniciar una investigación en su contra.
Los lugareños lincharon a tres personas, de las cuales dos fallecieron ante lo severo de los golpes.
La actitud de la gente de Taxco sólo refleja el enojo por la impunidad pero, sobre todo, ante autoridades tan ruines que prefieren echar la culpa a la madre de la menor asesinada por su falta de atención.
Pero ello es uno de tantos casos, otro ocurrió el fin de semana en el mercado de pescados y mariscos de la Ciudad de México, donde la gente también golpeó a una pareja que presuntamente había robado un celular.
Más allá de lo lamentable que resulta que la gente, en busca de justicia – por su propia mano, por supuesto – se convierta en asesinos, lo que es menester es atender sobre lo grave que son los señalamientos sin pruebas, basta una acusación para que la gente descargue su ira en contra de cualquier persona, sin investigar si es culpable o no.
Ha habido ejemplos, como hace años en un poblado de Puebla, donde dos personas que – se supo después, eran inocentes – fueron quemadas vidas por la turba enardecida que los señaló – por voz de una mujer desde el anonimato – que eran secuestradores.
Lo más lamentable es que estas acusaciones no sólo se dan en plazas públicas y mercados; en medio de un proceso electoral, las injurias también se han escuchado en boca de los máximos representantes de los Poderes; es decir, desde Palacio Nacional, la Cámara de Diputados, el Senado y la Corte.
No cabe duda que este México de la cuatroté está contaminado por el rumor, la aseveración sin fundamentos, la descalificación y el odio.