¿Cómo es la Inteligencia Artificial? ¿Es un túnel lleno de cables? ¿Son muchos servidores? ¿Dónde está? —preguntó una asistente en un curso de Inteligencia Artificial (IA) para el gremio editorial al que asistí. Todos reímos, aunque creo que ninguno tenía una imagen concreta.
Piensen en ella como un centro de cómputo de miles de kilómetros, que en conjunto forman una inmensa red neuronal digital, respondió Daniel Benchimol, creador de Proyecto 451 y promotor de la IA en el mundo editorial.
Inmediatamente recordé mi visita a un data center en 2002, en Seattle: enormes salas heladas en donde se “guardaba” el internet de aquello años, repletas de servidores y cables de colores, ubicados en un lugar muy muy lejano de la ciudad. “Así se ve el futuro”, nos dijeron… Hoy, la IA tiene un rostro parecido, pero mucho más demandante.
Entonces, ¿la IA consume mucha energía para funcionar? —preguntó alguien más.
¡Muchísima! —contestamos al unísono.
No es sorpresa ni poca cosa. Porque si en algo están todos de acuerdo es que la IA no es nada ecológica.
Para que opere la Inteligencia Artificial se requiere el trabajo conjunto de millones de procesadores, servidores de almacenamiento y ancho de banda, hospedados en data centers, que según la Agencia Internacional de la Energía, emplean 40% de su electricidad para alimentar los servidores y 40% para enfriarlos. Eso, sin contar la cada vez mayor demanda de litio y cobalto para fabricar el hardware que la hace operar (servidores y chips), cuya extracción también tiene un fuerte impacto ecológico y social.
¿Cuánto afecta la IA al planeta?
Para entender su impacto, aquí algunos datos que se han difundido este año por el World Energy Outlook 2024, la OCDE, la ONU y el mismo OpenAI.
Entrenar el modelo GPT-3 consumió la energía equivalente a la utilizada por 220 hogares durante un año o las emisiones anuales de CO de 120 automóviles (alrededor de 550 toneladas de emisiones de CO)
El modelo Llama 3 (de Meta) fue entrenado con 15 billones de tokens (para la IA, un token es una palabra), es decir, almacenando 44 terabytes de datos, lo que equivale a 22,000 millones de libros digitales, 8.8 millones de fotos y 44,000 horas de video.
Un data center consume en 30 minutos el agua que una persona usa en un año.
En 2030, los centros de datos para IA podrían consumir el 4.5% de la energía global, más del doble del 2% actual.
Pero también, los usuarios somos parte del problema, pues aunque el impacto individual parece pequeño, el uso masivo de herramientas de IA sí genera datos significativos.
Una consulta en ChatGPT equivale a tener un coche encendido por 5 minutos o consumir hasta 10 veces más energía que una búsqueda en Google.
Pasar 10 minutos usando una herramienta de IA equivale al consumo eléctrico diario promedio de un hogar mexicano.
Y un árbol necesitaría 63 días para absorber la cantidad de CO que emite un usuario de IA por cada 10 minutos de uso.
La gran paradoja
Al respecto, Daniel Benchimol ofrece una reflexión interesante: “Si uso IA para traducir un libro en minutos, por ejemplo, gasto menos energía que si lo hiciera manualmente durante días. Además, la misma IA está colaborando directamente para mitigar los problemas ambientales”.
¡Es cierto! Muchas empresas tecnológicas como Google, Microsoft y startups están explorando la energía nuclear como solución para alimentar la IA: genera electricidad constante, sin depender de factores climáticos y no emite dióxido de carbono (CO). Además, los reactores modernos prometen ser más seguros, eficientes y económicos. Sin embargo, para muchos, escuchar “energía nuclear” evoca imágenes de apocalipsis y destrucción.
¿Podrá la misma IA combatir los problemas que genera? Ya hablaremos a detalle de esto, en otra ocasión, como de los procesadores especializados, los algoritmos optimizados y los sistemas de enfriamiento avanzados (submarinos) que prometen reducir el consumo energético.
Tu huella de carbono como usuario de IA
Confieso que desde que empecé a explorar herramientas de IA, mi computadora permanece encendida más horas al día. Mi recibo de luz no miente: estoy consumiendo más energía.
Le pedí a la ChatGPT que midiera mi impacto energético al utilizarlo. ¿El resultado? Mi consumo semanal de herramientas IA equivale a mantener una bombilla LED de 10W encendida entre 100 y 500 horas o cargar un smartphone 250 veces al día.
Esto me lleva a una reflexión importante: la IA no solo consume energía en los gigantescos centros de datos, sino también en nuestras actividades cotidianas. Cada consulta que hacemos, a veces solo por curiosidad, ¡deja una huella!
Por lo pronto, ChatGPT me sugiere mitigar mi impacto plantando uno o dos árboles al mes. Suena a un buen comienzo. ¿Quién se une conmigo para organizar una reforestación en su colonia?