Un nuevo intento de la sociedad civil, acompañada de políticos de todas las denominaciones, presentó un proyecto de país en el que coinciden en el diagnóstico, pero siguen sin dar con la cura.
Por supuesto que el sistema político está enfermo y a los males crónicos que arrastraba desde hace décadas -nepotismo, corrupción, influyentismo, etcétera-, se han agregado otros como militarización, delincuencia vascular y síntomas preocupantes de autocracia.
El sistema, como un todo, está lleno de tumores, algunos que se han agrandado en el transcurso de los años y otros que se dejan ver apenas con microscopio.
Pero todos son cancerígenos.
Quienes presentaron el nuevo diagnóstico -al que sumarán los nuevos síntomas-, han estudiado, desde dentro y por años, los males que padece el sistema.
Algunos han contribuido a su enfermedad pero, comparado con los males de hoy, lo de ayer parecía gripa.
Cada diagnóstico que se ha presentado en los últimos cuatro años ofrece medidas paliativas, pero ya no son suficientes si no se quiere un colapso fatal en 2024.
Lo que sigue a la presentación de la nueva radiografía es la acción; aplicar los remedios, por dolorosos que resulten para los partidos y sus líderes, que permitan ir eliminando los tumores.
Se requiere no solo reseñar el peligro en el que se encuentra el sistema y su alma, la democracia, sino pasar a la acción.
No se ha visto, por ejemplo, a políticos o dirigentes sociales hacer campañas informativas de a pie, cara a cara con los ciudadanos; las redes sociales sirven para poco si la campaña no se refuerza con visitas domiciliares.
Falta información para la gente de a pie; si bien los diagnósticos -presentados como manifiestos o cartas de buenas intenciones-, se quedan en nivel medio pero poco permean hacia abajo.
Un diagnóstico actualizado hace bien al paciente, pero no debe quedar solo en eso.
México ya no admite placebos ni experimentos; al diagnóstico, deberá seguir la acción.
Y no desde las redes sociales.