Hace seis años, días más, días menos, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales, quien era Presidente en aquel entonces, el mexiquense copetudo Enrique Peña Nieto, desapareció del panorama.
Con ello abrió la puerta para que el tabasqueño iniciara su administración sin haber recibido constancia de mayoría y para octubre del 2018, ya con el poder en las manos, canceló la construcción del aeropuerto en Texcoco.
Sin embargo, ahora que Claudia Sheinbaum es la virtual Presidenta de México, López Obrador sigue haciendo lo que tanto le gusta, que no es otra cosa que seguir polarizando a la sociedad y quizá llegue a pensar no en retirarse del todo cuando entregue la banda presidencial, como lo prometió, porque se ha visto y comprobado que suele prometer muchas cosas, pero no cumplir.
Le restan 118 días de poder presidencial y en ese lapso el “emperador” tendrá a su disposición 30 largos días de un congreso con mayoría calificada, lo que puede constituirse en una tentación para quien siempre deseó confeccionarse una Constitución como traje a la medida.
Como se sabe, en febrero delineó un paquete de cambios legales, muchos a nivel constitucional, que esconden dardos envenenados al sistema democrático y otras son puntillas para las maltrechas finanzas públicas.
Ese paquete de reformas lo adoptó y lo hizo suyo en sus ofertas de campaña la virtual ganadora de la presidencia de este país.
Es a esta intentona autoritaria en combinación con la mayoría conseguida por el oficialismo en las elecciones del domingo pasado que reaccionaron de forma tan negativa los mercados financieros mexicanos.
López Obrador podría en septiembre ordenar la aprobación de una contrarreforma electoral que deje a los partidos políticos de oposición sin financiamiento y sin representación legislativa, porque plantea la eliminación de las candidaturas plurinominales.
Este paquete de reformas, que también podría refrendar Sheinbaum como su prioridad, contempla someter la autonomía del Poder Judicial y la eliminación de las dependencias y organismos autónomos.
Tendrá 30 días en el noveno mes del año para destruir el sistema de pensiones y usar al antojo del poder ejecutivo la bolsa de recursos de las cuentas individuales.
Si bien se considera que Sheinbaum trataría de despegarse un poco de lo que quiere López Obrador, lo dudo que sea en demasía el intento de independencia de quien enarboló los preceptos del “emperador” durante su campaña.
El poder, el carisma y la tentación de eternizarse en el mando no se pueden descartar aún del mandatario saliente.
Si bien no sucumba a la tentación de tratar de mantenerse como un “vicepresidente” en las sombras, no se debe descartar que López Obrador podría dejar una costosa herencia legislativa que a nadie va a servir, mucho menos a quien le suceda a partir del 1 de octubre.
Pero contar con una Constitución a su gusto, es “el traje” que el “emperador” quiere para después irse a su rancho, que por cierto, se llama “La Chingada”.