De los 110 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo más de 43 millones son niños y niñas que han huido de la guerra, la violencia, y la persecución.
La venta de armas de juguete y de videojuegos con temáticas bélicas puede conllevar a creer que los conflictos armados y potencialmente la guerra son métodos válidos para la resolución de diferencias.
A partir de esta acción se intenta resaltar la incongruencia que hay en un mundo donde es normal que en la infancia se “juegue a la guerra” con armas de mentira o en videojuegos, mientras que millones de niños y niñas son víctimas de los conflictos armados reales, que los obligan a huir de sus hogares y perderlo todo, incluso su propia vida.
Niños y niñas integran una población particularmente vulnerable, especialmente cuando los conflictos bélicos se prolongan en el tiempo. Son privados de sus infancias por la guerra y conflictos armados, muchas veces de manera completamente irreparable.
La situación es alarmante: en el mundo millones de niños y niñas se ven forzados a cruzar fronteras solos, expuestos a incontables peligros y obligados a dejar su hogar, sus amigos, su barrio, su colegio y sus sueños, enfrentándose en plena huida a riesgos como la muerte, la trata de personas o la explotación sexual.
Durante los conflictos armados y las escaladas de violencia que suceden en diferentes lugares en el mundo, como por ejemplo ahora mismo en Burkina Faso, los niños y niñas también están expuestos a riesgos de graves violaciones de derechos humanos, como el reclutamiento forzado por grupos armados, el trabajo infantil en sus peores formas, así como otros tipos de violencia, abuso, explotación y violencia de género.
“La Guerra NO es un Juego” busca ser un llamado a la reflexión y generar conciencia acerca de la realidad de millones de niños y niñas forzados a huir para salvar sus vidas. Es imprescindible revisar la exposición a la violencia de nuestras infancias y no naturalizarla.
Es por eso que se convoca a la sociedad civil a reflexionar acerca de los juguetes que compra y las alternativas lúdicas que incentiva; a conversar sobre esto entre madres, padres, adultos a cargo y educadores; y a firmar por la paz y sumarse a los Ponchos Azules en apoyo a todos los niños y niñas refugiados y desplazados del mundo. Ya son más de 660.000 en Argentina y se espera pronto llegar al millón.