El científico Abraham ‘Avi’ Loeb, astrónomo de la Universidad de Harvard, encontró hace unas semanas un extraño objeto en el fondo del océano Pacífico. Tras una ardua investigación, ha podido demostrar cuál es su origen y todo apunta a que viene de fuera de la Tierra.
El material tiene un metro de tamaño y está formado por 700 esferas metálicas diminutas, de apenas unos micrómetros. Lo curioso es que dichas esferas están hechas de una aleación que no coincide con nada que haya dentro del sistema solar, ya que tienen berilio, lantano y uranio (BeLaU). Así que Loeb está convencido de que su origen es interestelar.
Cree que el IM1, como lo ha denominado, procede de un objeto que se estrelló en el océano Pacífico en el año 2014. “Se trata de un descubrimiento histórico porque representa la primera vez que los humanos han puesto sus manos en materiales procedentes de un gran objeto que llegó a la Tierra desde fuera del sistema solar”, ha escrito el científico en Medium.
Loeb y su equipo de científicos se encontraban analizando los datos de un telescopio espacial cuando detectaron este objeto en el fondo del mar. Así que se pusieron manos a la obra y durante dos semanas estuvieron buscándolo.
Construyeron una especie de trineo lleno de cámaras, luces e imanes para arrastrarlo por el lecho marino e ir recuperando estos minúsculos objetos. Consiguieron coger esferas brillantes con un tamaño menor de un milímetro de diámetro.
El investigador estadounidense informó que las partículas recuperadas fueron analizadas con instrumentos tecnológicos de última generación en cuatro de los mejores laboratorios del mundo, destacando los de la Universidad de Harvard, la Universidad de California en Berkeley, la Corporación Bruker y la Universidad de Tecnología de Papúa Nueva Guinea, cuyo vicerrector firmó un Memorando de Entendimiento con la Universidad de Harvard para colaboración en la expedición de investigación.
El estudio con trineo magnético recuperó alrededor de 700 esférulas de 0,05 a 1,3 milímetros de diámetro a través de 26 recorridos que cubrían un área de estudio que medía un cuarto de kilómetro cuadrado en total.
La espectrometría de masas muestra esférulas únicas de las regiones de alto rendimiento cercanas a la trayectoria de IM1, que tienen un alto enriquecimiento de Be, La y U, así como un contenido muy bajo de elementos con alta afinidad por el hierro, como Re. Los elementos volátiles se perdieron por evaporación durante el paso del IM1 a través de la atmósfera terrestre.
Así mismo, destacó que mediante los diferentes análisis que se le realizaron a las esférulas encontraron que estas estaban compuestas por los elementos berilio (Be), lantano (La) y uranio (U), en relación con la composición estándar de condritas CI del sistema solar, los expertos determinaron que este “patrón de abundancia de los elementos era único en la Tierra” y lo llamaron ‘BeLaU’.
“Las abundancias medidas de elementos pesados más allá del lantano están consistentemente muy por encima de las del estándar de condritas CI del sistema solar, lo que sugiere que las esférulas ‘BeLaU’ se originaron fuera del sistema solar”, dice el reporte científico.
“La fuente tenía un contenido muy bajo de elementos con afinidad por el hierro, como el renio (Re). El lugar de nacimiento de IM1 podría haber sido una corteza diferenciada de un exoplaneta con un núcleo de hierro y un océano de magma. La falta de elementos volátiles se debe probablemente a pérdidas por evaporación durante el paso de IM1 a través de la atmósfera inferior de la Tierra”, referencia el experto en su cuenta de ‘Medium’.
El análisis exhaustivos de cada una de las esférulas indicó que estas estaban compuestas principalmente de ‘BeLaU’ y el patrón de abundancia de este material: “no coincide con las aleaciones terrestres, la lluvia radiactiva de explosiones nucleares, la abundancia de magma en los océanos de la Tierra o su Luna o Marte, u otros meteoritos naturales en el sistema solar”.
Resultado que da paso a la confirmación de la hipótesis inicial de la ardua investigación del físico, teórico y profesor de la Universidad de Harvard y la alta abundancia berilio “representar una señal de espalación de rayos cósmicos en la superficie de IM1 a lo largo de un viaje interestelar prolongado a través de la Vía Láctea”.